Cristiano Ronaldo suma ya 28 goles en lo que llevamos de año 2013 (27 de ellos con el Madrid y uno con Portugal). En total, el portugués acumula 50 goles con la elástica blanca en la temporada 2012-13 (31 en Liga; 11 en Champions League; 6 en Copa del Rey; y 2 en Supercopa). En sus casi cuatro años en el Madrid se acerca a los 200 goles: ha anotado 196 tantos en 192 partidos, una media de más de uno por encuentro. Estos son los hechos reales, datos apabullantes e incuestionables que son los que son. Pero si abrimos el diafragma aún entra más luz. Porque la aportación de Cristiano al Madrid va mucho más allá que su espectacular cuenta de goles y de asistencias. Su liderazgo, su regularidad, su compromiso, sus ‘agallas’ y su poder de intimidación a equipos y aficiones rivales, se han convertido en una feliz rutina de miércoles-domingo para los hinchas merengues. Hasta su imagen y su carácter, otrora su talón de Aquiles, es impecable. Incluso en tierra tan hostil como anoche San Mamés.
El poder de esta ‘bestia’ del fútbol no tiene límites. El luso es a día de hoy, indiscutiblemente, el mejor jugador del mundo. Pero no sólo eso. Cristiano es, por méritos propios, uno de los grandes jugadores de la historia del fútbol. A la altura de los cuatro grandes. Sólo por detrás de Di Stefano en los 111 años de existencia del Real Madrid (y por delante de otro genio: Zidane). El 25 de mayo está marcado en rojo en el calendario de los madridistas: podría llegar La Décima. La Undécima sería renovar este verano a Cristiano Ronaldo. Y me quedo corto.
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