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Pues 1-1. Ni para unos ni para otros. Resultado heteróclito anoche en el Bernabéu para los muchos ‘uys’ que se despacharon durante los noventa minutos. Prácticamente a partes iguales, ocasión arriba, ocasión abajo. Sois de los que piensa que, en ocasiones, se suele confundir posesión de balón con superioridad en el terreno de juego. Anoche, hasta el 0-1, anotado por Cesc, el Barça, para variar, tenía mucho más el esférico que su rival, pero sólo había disfrutado de dos ocasiones, ambas regaladas por Carvalho: una ilusa falta, que Xavi apuntó al larguero, y una desafortunada cesión a Diego López, que Varane salvó bajo palo tras un nuevo chut del de Terrasa.
Evidentemente, tras el tanto de Fábregas, el Madrid se fue a por el empate, dejó espacios y ‘colaboró’ en dos o tres contragolpes de los azulgranas que pudieron dejar sentenciada la eliminatoria. Pero perdonó. Como lo hizo el conjunto de Mourinho en la primera mitad; y nada más comenzar la segunda con Benzema ‘ensayando’ desde la frontal del área cuando más cerca tenía el gol. Así que ambos tantos llegaron cuando menos se lo merecían los dos equipos. Esas cosas extrañas por las que tanto nos gusta el fútbol. Así que tablas. Justa tablas.
Pero el partido no acabó a las 22:45. El ‘tercer tiempo’ nos dejó las ya clásicas declaraciones cáusticas de Xavi aseverando que fueron mejores, que merecieron más y que el resultado no fue justo. Naderías típicas de una retina demasiado parcial. Lleva decenas de clásicos diciendo lo mismo. Se repite más que Bill Murray y el Día de la Marmota en ‘Atrapado en el tiempo’. Pero hubo algo en su manida disertación post-clásico que sí captó mi atención: “Cristiano hizo una falta que normalmente es tarjeta”. Se refiere a la que Clos Gómez sanciona mediada la primera mitad en el pico del área madridista, bastante dudosa y con Alves de por medio, lo que inclina algo la balanza a que quizás ni siquiera era punible la acción. Pero la pitó, y como suelen hacer una gran mayoría de jugadores de campo del Barça, se fueron a ‘comer’ al árbitro para que amonestara a Ronaldo ya que esa amarilla le hubiese impedido jugar en el Camp Nou. Era el enésimo corro azulgrana de una larga lista de ‘bravatas’ de los jugadores culés en torno a los colegiados durante los partidos. De eso, curiosamente, no habló Xavi, como no lo hacen nunca. Pero sí de pedir la amarilla a Cristiano hasta después de haber pasado por la ducha. Qué obsesión. Ya no les es suficiente con hacerlo con las ‘formas’ que lo hacen sobre el terreno de juego. Quieren más.
Ese (mal)hábito que se ha instalado en el equipo azulgrana desde que llegase Guardiola en 2008 crece año tras año sin pudor y me parece bochornoso. Jugar bien al fútbol y ganar títulos no te da barra libre para todo. No se debe dejar de ‘denunciar’ este corro más propio de otros lugares que de un campo de fútbol. Si lo hiciera cualquier otro equipo, hace tiempo que sería señalado por el fútbol español y que, normalmente, no acabaría el partido con once sobre el verde domingo sí, domingo también. Como lo hace este Barça excelso, pasamos de puntillas y aquí no pasa nada. Se le perrmite todo. Pues eso. Hasta la vuelta. Sigan jugando.
Real Madrid