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La crisis, su padre y los medios

Federico Ysart el

La crisis ha abierto una especie de juego de la verdad y entre los sentados a la mesa se decanta una amplia gama de caras y aspavientos. Unos se echan las manos a la  cabeza, qué barbaridad.  Dónde iremos a parar, se preguntan otros arrugando el entrecejo, y no faltan quienes presumen con el tópico no, si ya lo decía yo.

La crisis no deja indiferentes a su paso, o mejor a su ajuste. Porque muchos han convivido con ella durante años como si de una peripecia pasajera se tratara. Algunos incluso siguen en ello, empeñados en demostrar que para el lujo no hay cuaresmas. ¿Han visto cómo crecieron en el año las ventas de coches de alta gama, por ejemplo? -Un 83%.

Los que mandaban hicieron el avestruz negando la realidad durante el tiempo suficiente para agravarla. Y han seguido negándola, o sea engañando, desde que sacaron la cabeza de la arena hace año y medio.

Hoy dirigen el coro mediático para reprochar que el Gobierno actual haya puesto en marcha lo que ellos mismos preconizaban, aunque nunca se atrevieran a hacerlo. Tan sólo aquel ridículo brindis al keynesianismo titulado Plan E. ¿Recuerdan?

Son los padres de la crisis. Acusan a los que hoy mandan de haber traicionado a sus electores porque este ajuste no estaba en el programa con el que ganaron. No acaban de explicar a cuáles de los programas se refieren, si al que no existía, al de frau Merkel o al programa oculto; de todos ellos hablaba indistintamente el candidato Rubalcaba.

Para salir del lío de las mentiras, alegan que en realidad los de Rajoy no tienen programa, que van improvisando a tontas y a locas. Y sus corifeos lo repiten bajo fórmulas diversas. Hora en pretendida clave de humor, ya con aire de nostalgia, cuando no enrabietados por la pérdida de ese norte que no acaban de encontrar ni tampoco al profeta que les muestre el camino.

No son los únicos. Otros levantan la mano pidiendo la palabra, apostados al fondo de la derecha, donde venían velando armas en espera de que el dedo del poder les señalara para salvar la situación. En fin… Más triste es el caso de los que se ven obligados al silencio porque ya no son útiles; ni a quien les lanzó a la aventura en 1977, vísperas de las penúltimas elecciones, ni al público.

Lo malo de la situación es que no tiene vuelta atrás. Lo peor, que este drama no ha hecho más que empezar, su final no está escrito y que de sus actores depende que se cierre como tragedia o comedia.

Política
Federico Ysart el

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