La campaña iniciada por Sánchez revela que el fullero presidente no las tiene todas consigo y, que de dársele bien las cosas, tendrá que seguir gobernando con los mismos que le pusieron en el colchón de la Moncloa: los demediados podemitas y los facciosos catalanes.
El ofertón de tropecientos mil empleos públicos es miel en los labios de Iglesias y Garzón. Y los de la tribu de la ceba han aplaudido con las orejas al ver cómo el hombre del diálogo le ha encalomado a Borrell un billete a Bruselas.
Ni que decir tiene que los empleos difícilmente serán ocupados si no hay partida presupuestaria con que atenderlos. El colmo de la demagogia. Y es de temer que el Estado de Derecho, representado ahora por la Comisión Permanente del Congreso, acabe tragándose el sapo; no en balde destituyó a los dos representantes socialistas que no le ofrecían suficientes garantías de acatamiento a su mandato.
La invasión del poder legislativo perpetrada por el ejecutivo no ha merecido mucho más de un par de páginas en algunos medios, cuando en realidad quiebra el equilibrio de poderes que garantiza toda democracia. Propio de Maduro, el sátrapa que encandila a Garzón, y tan propio del castrismo como lo era de aquel franquismo de “la unidad de poder y división de funciones” que feneció con su caudillo. ¡Ay, cómo es la Historia!
Empleos, dos meses de baja paternal y una contrarreforma laboral porque Podemos lo exige para aprobar todo lo demás, y sobre todo porque ya lo anunció y a partir de ahora no hay parlamento efectivo que lo pare. ¿Seguro?
Todo cuanto se pueda hacer se puede deshacer, y si no, ahí queda aquella gran promesa, objetivo clave de una presidencia empeñada en sacar la momia de Franco de donde lleva más de cuarenta años, tantos como los que duró su régimen. País… que diría el Blasillo de Forges.
El electoralismo hiede cuando se justifica con argumento tan sólido como “¿a ver quién se opone a estas medidas sociales que la sociedad reclama?”. Demasiado bien tendría que ir todo para que nuestra sociedad viviera atormentada porque Pablo Iglesias no pueda estar hasta dos meses, dos, cuidando a sus vástagos.
¿Realmente los cuadros sindicales representarán al conjunto de una sociedad en la que sólo hay un dos por ciento de empleados sindicados, y de ellos dos tercios, excluyendo a los dos millones y medio que son funcionarios, ven la contrarreforma como una amenaza a sus puestos de trabajo?
Y el marido de la presidenta del PSOE, con billete de ida a Bruselas porque aquí no lo quieren ver esos aguerridos patriotas catalanes que culebrean en el TS como doncellas pilladas en ropa interior. Estos individuos capaces de negar a sus madres son para Sánchez arietes necesarios para su asalto a la Moncloa.
Les entregará cuanto le vayan pidiendo con la misma lealtad a la Ley que a su fe guardó aquel Enrique III de Navarra. Tras dos asaltos fallidos dicen que dijo París bien vale una misa, dejó colgados a los hugonotes y como católico se hizo con el trono de Francia. ¿No les recuerda la súbita conversión al centrismo del doctor chisgarabís?
Teniendo a Maritxell Batet, qué necesidad de encabronar a los sediciosos echándoles a Borrell por delante, se habrá dicho el falsario candidato. Dicho y hecho, Borrell a Bruselas, Estrasburgo o dónde sea, qué más da.
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