Los rompe patrias de vía estrecha que tenemos en el presupuesto sólo tienen una virtud: suelen decir lo que piensan, lo cual resulta bastante molesto para quienes hacen filigranas con la mentira. El titular del gobierno autonómico catalán aseveró ayer en el Senado que habrá referéndum. Después de haber vivido cómo de la noche a la mañana la amnistía dejó de ser inconstitucional, está convencido de que Sánchez acabará deshaciendo el paripé que tiene encomendado a Bolaños.
Irreprochable juicio. Cuánta sabiduría encierra aquello de que se puede engañar a algunos una vez, pero no a todos todo el tiempo. Que la realidad termine confirmando la profecía del izquierdista republicano catalán tal vez convierta el referéndum y las mentiras del sanchismo en eje de la campaña electoral de aquella región.
El papel de Illa seguirá siendo ancilar, como desde la pandemia lo ha venido siendo. Aún no sabe qué palo tocar, si el de los votos de Junts o los de ERC. Pero la gran cuestión está en qué cobla seguir llegada la hora de bailar la sardana ¿la de los sediciosos o la de los legales?
El crucero sanchista se juega la supervivencia en la salida del proceloso mar por el desfiladero entre Escila y Caribdis. Es una de las horas de la verdad a la que se enfrenta un presidente del gobierno que lo es gracias a quienes le arrancan cuanto le exigen para satisfacer sus fines.
Demasiado tarde como para deshacer el tinglado de la gran farsa sobre el que subsiste a golpe de fraudes. Lo más probable es que su peón finja de españolista para atrapar votos de los populares de Fernández y ofrecer cuanto tenga a cualquier de sus socios de legislatura, o a los dos al mismo tiempo.
De un día para otro el taimado presidente puede hacer cualquier cosa y la contraria; todas menos salir a la calle con la cabeza bien alta. Resulta lamentable ver a un presidente de Gobierno, cualquiera que sea, suplicar silencio en un acto, micrófono instalado sobre un atril de los de hacer propaganda sobre la vivienda: “Escuchadme, escuchadme, que tengo cosas que decir”. Era en Dos Hermanas, Sevilla, alcalde socialista, ante albañiles y gente del común.
Parece que hay cosas difíciles de cambiar de la noche a la mañana.
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