Ni un primo de “Arrojado”. Núñez del Cuvillo se olvidó de toda la familia del toro indultado en La Maestranza por José María Manzanares y trajo a Madrid un lote de impresentables. ¡Qué corrida, Dios mío! Anovilaldos, bizcos, grandes, pequeños y mediopensionistas. ¿Cómo pasó el reconocimiento? Por muchas presiones de apoderados que hubiera, en dónde esta el honor ganadero, y el honor policial del presidente, que para algo esta, digo yo. En fin, que por lo menos, en ese lote de desecho podrían haber metido a algún primillo de “Arrojado”, por si sonaba la flauta, más que nada.
Luego los toreros… Morante no está, y Talavante deambula como una sombra, tal que, vestido de blanco y plata, un fantasma. Quien vino a darlo todo fue el mexicano Arturo Saldívar. Entrega, ganas y valor. Una confirmación como las de antes, de las de dejarse matar para abrirse camino. Se ha ganado con creces una sustitución.
Toros Ángel González Abadel