A Pablo Aguado lo esperaban en Las Ventas. Y con el mayor respeto, tras su zarpazo de cuatro orejas en la Maestranza sevillana. Lo esparaban para disfrutar de su toreo, y unos apuntes, y hasta algo mucho más que apuntes, ante el sexto de Montalvo en la tarde del 18 de mayo, hicieron el milagro de silenciar la primera plaza del mundo. Silencio absoluto, el que presagia algo grande, el que deja en suspenso la liturgia del rito de un hombre y un toro frente a frente sobre la arena. Se hizo el silencio, que fue la forma en que la afición de Madrid dio su aprobación a unos muletazos de ensueño, a la naturalidad, al temple, a la despaciosidad, al toreo, así de fácil, así de grande.
Pablo Aguado apuntó, apenas pudo exponer sus poderes. Pablo Aguado dixit, y Las Ventas emudeció. Esperaba todo, y lo seguirá esperando. En la próxima, volverá a hacerse el silencio, y el joven sevillano, con su muleta abrirá su tarde con un “decíamos ayer…”
Toreros Ángel González Abadel