Un gigante de las letras ha ganado el Nobel. Un escritor que maneja la pluma con torería y valor. Hace una década, en su magistral Pregón Taurino en Sevilla, contó: «Cuando un amigo mío se enteró de que yo iba a recitar este pregón, exclamó maravillado: “¡Pero si eso es más importante que el premio Nobel!” “Lo sé muy bien!”, dije yo».
Se llama Mario Vargas Llosa, aunque una corrida en la Cochabamba boliviana despertó su pasión por el toreo. Se lo anunció a su abuelo: «Quiero ser el Manolete del Perú». ¿Qué por qué gustan los toros? «Las corridas son de lo más difícil de explicar racionalmente, consiguen hacer percibir lo indecible», sentenció en su maravilloso pregón. Triunfó su vocación litúrgica por la literatura y con su verbo indeleble venció la libertad, esa que ha defendido en sus inconmensurables obras.
Defensor del arte de la Tauromaquia, la afición está hoy también de enhorabuena. Son legión sus partidarios, porque Vargas Llosa ha puesto los tendidos del planeta literario boca abajo. Había conquistado todas las puertas grandes, hasta la del Príncipe de la Maestranza. Por fin se hace justicia: el Nobel ya es suyo.
Otros temas Rosario Pérezel