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Blogs Entre barreras por Ángel González Abad

La pureza que permite la falacia se queda en nada

Rosario Pérez el

A profesionales y aficionados se les llena (o nos llena) a veces la boca con la pureza en el toreo. Que si puro p’acá, que si puro p’allá. Y claro que hay pureza, pero no solo en el trazo de un natural o en el modo de colocarse ante el toro.

¡Ay, la colocación! Algunos males de la Fiesta quizá vengan por eso, porque hay gente que quiere ocupar el puesto de teniente sin haber ni siquiera presentado armas o que, sin ser aún “monaguillo”, dicta sentencias como se fuese el mismísimo “arzobispo” del toreo. ¿Dónde quedó la humildad y el aprendizaje diario? ¿El escuchar? ¿El saber escribir, sumar y restar antes de la raíz cuadrada? ¿Y las ovejas de carril? ¡Ay, la personalidad!

En esto del toro, uno se puede uno encontrar desde la máxima pureza a la mayor de las impurezas. La pureza, me dijo ayer un conocido escritor, es una forma de vida que solo los que comulgan de modo total con ella entienden. Dentro y fuera de cualquier arte.

Me aseguraba que la supuesta pureza que una vez permitió y defendió la mentira se queda en nada, solo en pose y palabrería. Puro artificio entonces. Y me pregunto cuántas veces los propios que viven del toro o que viven de la gente que vive del toro no habrán traicionado esa pureza. Y la sangre se enciende con algunos sinsentidos que leo o escucho, con esa manía española de lanzar puñaladas a uno para elogiar a otro.

Mal camino llevamos si la bandera que enarbolamos se queda a media asta por intereses de variopinta índole. O por absurdos sin resolver. El toreo que me conquistó y el que quiero enseñar en el presente y en el futuro es el de la torería y la verdad, ya sea de un corte o de otro, de tu gusto o del suyo. Remando por los caminos de la verdad que entraña la Tauromaquia, tal vez demasiado pura y demasiado grande para esas gentes “taurinas” que visten lanares y aúllan como loba herida. Menos excusas y coces y más “trabajo, trabajo y trabajo” y “afición, afición y afición”.

Hay grandiosos profesionales del toro, tanto jóvenes como otros que peinan canas, que hacen un trabajo intenso y excepcional. Incluso un trabajo casi clandestino que algunos no sabrán ver, porque una mayoría se deja llevar por el runrún ordinario, plano y común de “etiquetas”. Ya saben lo del poeta: “El ojo que tú ves no es ojo porque lo ves, es ojo porque te ve…”

Este post va por ellos, por los que defienden con el corazón la libertad y la pureza, algo que los animalistas intolerantes y violentos nunca entenderán. ¡Cuántas falacias antis vertidas! “Siempre que trato con hombres del campo pienso en lo mucho que ellos saben y nosotros ignoramos, y en lo poco que a ellos importa conocer cuanto nosotros sabemos”, escribía Machado… Pureza en la Tauromaquia y en la vida, una sola cosa para unos pocos “quijotes y sanchos” donde todos los conceptos tienen cabida.

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Rosario Pérez el

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