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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

¿Hay vida inteligente en otros planetas? (1)

Emilio de Miguel Calabiael

Hace más de tres años publiqué una entrada con el título “¿Hay vida inteligente en otros planetas?”, que durante bastante tiempo fue una de las más leídas. Hoy la recupero actualizada con datos que he ido leyendo desde entonces.

Hojeando un libro, que lamento no haber comprado ni haber tomado nota del título y del autor, me encontré con la observación de que si le preguntas a un físico si hay vida en otros planetas, la respuesta es: “Sí, sin duda”. Si le preguntas a un biólogo, la respuesta es: “No, casi seguro”.

El físico responde guiado por un mero cálculo de probabilidades. Parece que todas las estrellas tienen planetas orbitando a su alrededor. Hay miles de millones de estrellas. Muy mal se tendrían que dar las cosas para que no hubiese ahí afuera unos cuantos millones de planetas como la Tierra, en algunos de los cuales se hubiese desarrollado la vida. Pongamos las cosas en perspectiva: ¿cuántas noches entraste en una discoteca donde había la proporción de tres personas del sexo contrario por cada una del tuyo y te dijiste que muy mal se te tendrían que dar las cosas para salir solo/a de allí y así fue exactamente como saliste?

Los biólogos son personas que han ido a muchas discotecas de las que han salido solos, fanés y descangallados. Han perdido el optimismo, que es una de las maneras en que uno se vuelve realista y acepta que las cosas son como son. Observan todo lo que fue necesario para que surgiera la vida sobre la Tierra y encuentran que era más improbable que probable.

Para que la vida pueda aparecer, lo primero que hace falta es encontrar una buena ubicación, igual que los comercios que quieren prosperar. Resulta preferible estar en la periferia de una galaxia. En el centro de la galaxia, la densidad estelar es más acusada y las posibilidades de que te toque cerca una supernova son mayores. Además, el agujero negro que hay en el centro de la galaxia emite radiaciones de rayos x que hacen la vida casi imposible en un determinado radio. El Sol no sólo está en el lugar correcto, sino que además tiene la suerte de encontrarse en un vecindario despejado, lo que minimiza riesgos de emisiones de rayos gammas y otras lindezas que abundan en otros vecindarios galácticos más concurridos.

A continuación hace falta una estrella adecuada, una estrella que no consuma su combustible demasiado rápido, porque la vida necesita mucho tiempo para aparecer y desarrollarse. Además no debe ser una estrella muy joven, porque la composición de éstas es generalmente de hidrógeno y helio y faltan otros elementos necesarios para la vida. Tampoco sirve una estrella demasiado pequeña, porque entonces la zona de habitabilidad está demasiado próxima a la estrella, lo que hace que los planetas se vean anclados por la gravedad de ésta y no roten sobre sí mismos, como le ocurre a la Luna con la Tierra. En tales casos, una cara del planeta tiene temperaturas de varios centenares de grados, porque está siempre insolada, y la otra, a la que nunca da la luz de la estrella, es gélida. Aparte de que a mayor cercanía, mayor bombardeo de molestísimos rayos gamma y demás.

Parece que por razones de longitud de vida y de estabilidad, de las siete categorías de estrellas que hay por razón de su temperatura, sólo dos, G (como nuestro sol) y K son candidatas a tener planetas en lo que haya surgido la vida. Estos dos tipos representan juntos menos del 25% de todas las estrellas, lo que sigue siendo un buen puñado.

Igual que era importante que la estrella estuviese bien ubicada dentro de la galaxia, es importante que el planeta esté bien ubicado con respecto a la estrella. La distancia entre el sol y el planeta más alejado, Neptuno, es de 30 unidades astronómicas (1 UA es la distancia entre la Tierra y el Sol). Los optimistas piensan que la zona de habitabilidad, aquélla donde la vida podría surgir está entre las 0,85 UAs y 1,7 UAs. Demasiado cerca y el agua se vaporiza; demasiado lejos y se congela. Un ejemplo lo tenemos con Venus y con Marte. Sus distancias respectivas al Sol son 0,72 y 1,52. En principio Marte estaría en la zona habitable y estaría en condiciones de tener agua líquida, pero ahí entra una segunda variable: no basta con estar en la zona habitable, también hay que ser el tipo de planeta adecuado.

La idea de la zona de habitabilidad no me convence del todo. Pienso en las enanas rojas, que representan el 73% de todas las estrellas. Sí, cada una tiene una zona donde sería hipotéticamente posible que un planeta tuviera agua líquida. El problema es que son estrellas muy energéticas, que con cierta regularidad emiten llamaradas de rayos x, luz ultravioleta, radiación de alta energía y otras cosas igual de poco agradables. ¿Sería posible que en un planeta situado fuera de la zona de habitabilidad y lo suficientemente lejos de la estrella, se generase un efecto invernadero que hiciera posible el agua líquida? Sí, sería posible, igual que posible que en él hubieran evolucionado gnomos de grandes narices a los que les gustase la cuajada. Creo que plantearse preguntas improbables como la anterior, que es una pregunta real formulada por un astrónomo profesional, es hacerse trampas al solitario. Lo realista es pensar que las enanas rojas no son aptas para la vida.

Aprovecho aquí para hacer un inciso sobre lo que sabemos de los planetas que giran en torno a otras estrellas. A 1 de diciembre de 2022 habíamos descubierto 5.284 planetas que giran en torno a otras estrellas. Nuestros instrumentos de medida no paran de mejorar, con lo que cada vez somos capaces de detectar planetas más pequeños e incluso hemos comenzado a medir la composición de las atmósferas. De lo que he leído, he sacado las siguientes conclusiones:

1) Parece que prácticamente cada estrella tiene al menos un planeta orbitando a su alrededor. Pienso que lo más habitual deben de ser los sistemas con múltiples planetas;

2) Aún es pronto para decir cómo son otros sistemas planetarios. En aquéllos que hemos detectado es posible que nos hayamos dejado fuera a algunos elementos. En todo caso, la impresión es que el modelo del sistema solar (planetas rocosos en el interior y gigantes gaseosos a cierta distancia de la estrella) no es demasiado común. Pero nos faltan datos para saberlo con certeza.

3) Hemos detectado muy pocos planetas rocosos con masas entre 0,5 y 7 veces la de la Tierra. La explicación más sencilla es que son demasiado pequeños para que nuestros instrumentos puedan detectarlos, pero según mejoren, iremos detectando más y más. Otra explicación es que, sencillamente, los planetas rocosos son una rareza y la forma planetaria más habitual es la del gigante gaseoso. Yo, en estos momentos, me decanto por la primera explicación: debe de haber muchos, pero nos cuesta detectarlos.

Y ahora viene la cuestión de la idoneidad del planeta. El planeta tiene que ser rocoso. Un planeta gaseoso no sirve. El planeta debe tener también un núcleo fundido para que genere un campo magnético que le proteja de las radiaciones cósmicas y del viento solar. Para ello, se requiere una determinada masa. Se estima que Marte durante sus primeros mil millones de años tuvo agua líquida y una temperatura moderada. No obstante, al ser pequeño (aproximadamente la mitad que la Tierra), el calor se disipó pronto, el núcleo se solidificó y dejó de generar un campo magnético. Sin esa protección, el viento solar se llevó por delante la mayor parte de la atmósfera del planeta. Un planeta demasiado grande tampoco es adecuado, porque la presión atmosférica sería demasiado fuerte. Algunos astrónomos estiman que la masa ideal estaría en la franja 0,2-10 veces la masa de la Tierra; otros, en cambio, creen que habría que elevar el mínimo. Demasiado pequeño y no tendrá tectónica de placas. De hecho la Tierra podría estar casi en el límite inferior de los planetas habitables; la masa de Venus es el 85% de la de la Tierra y no tiene tectónica de placas. En todo caso, en mi opinión, más que elucubrar sobre las masas planetarias óptimas para la vida, deberíamos ser honestos y reconocer que no sabemos cuál es el rango de masas en la que la vida podría prosperar.

Una última cuestión es la suerte. Marte fue habitable durante 1.000 millones de años, pero no fue capaz de mantener las condiciones de habitabilidad por su pequeño tamaño. Es posible que Venus fuera habitable durante 3.000 millones de años. Hace unos 750 millones de años se produjo un acontecimiento catastrófico que conocemos mal y que convirtió a Venus en el infierno que es hoy. La Tierra lleva siendo habitable durante al menos 3.500 millones de años. Leí que hicieron una simulación de ordenador (lamento no haber tomado la referencia, cuando lo leí) que mostraba que la Tierra ha sido excepcionalmente afortunada. Hay cantidad de hechos cataclísmicos que podrían haber cortado por lo sano esa racha afortunada: un planetoide que se estrellase con la tierra, la explosión de una supernova en el vecindario, una serie de megaexplosiones volcánicas que expulsasen a la atmósfera gases de efecto invernadero (esto es lo que se cree que ocurrió con Venus)… el cosmos no parece un lugar demasiado acogedor.

 

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