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Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

Consciencia más allá de la vida (y 2)

Emilio de Miguel Calabiael

Lommel se hace la siguiente pregunta: ¿qué nos dicen las ECMs sobre la naturaleza de la consciencia? Para responder a esta pregunta recurre a la física cuántica. Es la parte más difícil y a la vez más interesante de libro.

La física clásica predica la existencia de una realidad objetiva, que sucede en el marco de una estructura inalterable espacio-temporal; tres aspectos inalterables de esta realidad son la causalidad, la continuidad y la localidad. La realidad percibida coincide con la realidad objetiva. Esto último llevaba puesto en duda al menos desde Kant, para quien no tenemos la certeza de que el universo que percibimos con nuestros órganos limitados equivalga al universo realmente existente.

La física cuántica nos dice que efectivamente el universo realmente existente es muy diferente del preconizado por la física clásica. La física cuántica introduce nuevos principios que revelan un universo muy diferente. La base de estos principios es que una partícula cuántica no tiene una localización definitiva en el espacio y en el tiempo, sino que existe en una “onda de probabilidad”. Podemos conocer la localización de una partícula al 100% o su velocidad al 100%, pero nunca ambas al mismo tiempo. Ello nos lleva al principio de incertidumbre de Heisenberg, que dice que es imposible observar un objeto sin alterarlo. Esto es, la visión del observador produce el colapso de la función de onda. En el momento en que el observador la mira, el número de ubicaciones posibles de la partícula colapsa en una sola de ellas, que es donde la verá el observador. La luz, por ejemplo, puede comportarse como partícula o como onda según se diseñe el experimento, pero nunca como ambas simultáneamente. Este fenómeno se denomina “complementariedad”. La parte inesperada es que este mismo principio se aplica a la materia, que es un 99,999% vacío. Sobre esta base, algunos físicos han defendido la postura extrema de que la observación en sí misma crea la realidad física. Por cierto, que esta postura ha tenido antecedentes filosóficos, como la escuela chittamatra (“sólo mente” es lo que significa el nombre) o el pensamiento de George Berkeley.

Otro principio particular de la física cuántica es el entrelazamiento. Dos partículas que procedan del mismo origen poseen propiedades comunes que las mantienen conectadas más allá de la distancia espacial y temporal. Es más, puede tener un efecto instantáneo la una sobre la otra. Esto se conoce como el principio de no localidad. De este principio procede la idea del espacio no local: “un espacio multidimensional que no posee sino posibilidades, también conocidas como ondas de probabilidad, sin certeza alguna, sin materia, sin espacio y sin tiempo (…) El espacio no local representa una realidad oculta que, a nivel cuántico, ejerce una continua influencia en el mundo físico, el cual constituye el complemento del espacio no local.” El espacio no local, que podría ser denominado también vacío cuántico, “carece de estructura, es un espacio atemporal y vacuo…” Este espacio establece las bases para un número infinito de posibilidades. Algunos físicos han sugerido que el espacio no local podría conformar el fundamento de nuestra conciencia.

Comparemos lo anterior con lo que nos dice la física tradicional. Para la física tradicional la instantaneidad no existe, dado que todo ocurre en el seno de un marco espacio-temporal inalterable. La física tradicional defiende la localidad, esto es, que los objetos sólo se ven afectados por contacto directo; no existen las influencias remotas. La realidad es objetiva y, por tanto, existe con independencia de la observación. Todo lo que existe ocurre conforme a procesos ordenados y predecibles.

Lommel trae a colación a muchos científicos que tan propuesto que la vida, que supone la capacidad de autoorganización de la materia inerte y la formación de estructuras coherentes, puede explicarse por fenómenos cuánticos. Es una parte bastante complicada del libro que me salto para ver las conclusiones que Lommel saca de estas teorías para definir lo que es la consciencia y cuál es su relación con el cuerpo.

Lommel aventura que el espacio no local podría constituir la base de la consciencia. La consciencia es no local; toda la materia posee propiedades subjetivas o consciencia. Esta teoría se denomina “panpsiquismo” y Lommel no es el primero en proponerla. Los filósofos David Chalmers y Philip Goff (cuyo libro “El error de Galileo” comenté en este blog) la han defendido. También cabe incluir en este campo a Alan Watts, que entendía el cosmos como una vasta consciencia, de la que nuestras consciencias individuales no son sino extensiones.

Las ECMs mostrarían que esta postura es la más probable. Durante las ECMs, el sujeto experimenta una conciencia expandida y separada del cuerpo. Las teorías materialistas no pueden explicar este fenómeno que se da con una función cerebral dañada. Tampoco pueden explicar el contenido de los pensamientos y los sentimientos. Las teorías materialistas dicen que la consciencia es un subproducto de procesos eléctricos y químicos que ocurren en el cerebro, que generan la ilusión de una identidad. La realidad sería la opuesta: es la consciencia la que opera sobre el cerebro, que sería el interfaz entre cuerpo y consciencia. Una demostración, entre muchas otras, sería la constatación de que los meditadores avanzados pueden influir sobre la estructura y funcionamiento del cerebro. No parece verosímil que si la consciencia es un mero subproducto de procesos cerebrales, pueda alterar la dinámica del cerebro y de los procesos que supuestamente la crearon.

Lommel formula la hipótesis de la continuidad de la consciencia. Siendo la consciencia no local, está presente fuera y dentro del cuerpo; esta segunda ubicación ocurre mientras vivimos. Incluso aventura si la consciencia no se comporta como la luz. Mientras está dentro del cuerpo tiene el comportamiento de una partícula; cuando está fuera, como una onda que se mueve dentro del espacio cuántico que es el substrato de la realidad.

Las teorías de Lommel resultan chocantes en un mundo donde el paradigma materialista es el predominante. Sin embargo, cada vez más científicos y filosofos son conscientes de que ese paradigma tiene agujeros, que deja muchas cosas sin explicar o proporciona explicaciones que no se sostienen. Tal vez haya llegado el momento de cambiar de paradigma.

 

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