El taoísmo
Una filosofía antiautoritaria y antitecnológica, cuyo ideal es la vida en pequeñas comunas rurales autosuficientes, no parece tener mucho que decir sobre el liderazgo. Pues bien, el Tao Te Ching no para de decirnos a lo largo de sus 81 capítulos cómo tiene el sabio que guiar al pueblo. Existe en Occidente un interés creciente por el liderazgo taoísta, lo que revela tanto la sabiduría del modelo como la quiebra de los modelos que habíamos aplicado en Occidente hasta la fecha.
Para entender lo que el taoísmo tiene que decir sobre el liderazgo, tenemos que tomar en consideración las circunstancias históricas bajo las que nació. Lo más probable es que Lao tsé no existiera realmente y no viviera en el siglo VI a.C., sino que fuera un personaje mítico creado tiempo después y a quien se le atribuyeron distintos escritos taoístas que ya existían y que se compilaron en el Tao Te Ching. La segunda obra más famosa del taoísmo filosófico,- el Zhuangzi, atribuido al pensador del mismo nombre-, parece datar de finales del siglo IV a. C. y presupone la existencia del Tao Te Ching y de pensadores taoístas. En mi opinión, el Tao Te Ching es un producto del Período de los Reinos Combatientes (475-221 a. C.). La desconfianza hacia el gobierno autoritario, sus duras palabras contra la guerra y su aspiración a una vida retirada y sencilla me hacen pensar que fue escrito en momentos de turbulencias políticas.
Lo anterior supondría que la emergencia del taoísmo filosófico tal y como lo conocemos no fue mucho anterior al confucianismo y por consiguiente ambos tuvieron que dar respuesta a la misma situación de anomia social.
La dinastía Zhou había gobernado China desde el 1046 a. C. Su manera de gobernar tenía concomitancias con el feudalismo europeo. El emperador otorgaba territorios con carácter hereditario a los nobles, que se veían obligados a rendir vasallaje. Con el transcurso de las generaciones, los vínculos entre el emperador Zhou y los gobernantes autónomos se fueron aflojando; las nuevas generaciones no tenían la misma vinculación con la corte Zhou que habían tenido sus antepasados cuando fueron convertidos en reyes autónomos. En 771 a. C. unos debilitados Zhou tuvieron que mover la capital al este, dando origen al período de los Zhou del Este.
El período de los Zhou del Este se divide en dos subperiodos: la Primavera y Otoño (770-481 a. C.) y Reinos Combatientes (481-256 a. C.). Durante este período a nivel político los principales rasgos fueron: 1) El vaciamiento progresivo del poder del emperador; 2) El mantenimiento por mucho tiempo de los ritos antiguos, que apenas encubrían la pérdida de poder imperial y que eran manipulados y usados erróneamente por los reyes autónomos para realzar su poder; 3) Las guerras constantes que hicieron que la miriada de reinos que había comienzo del período acabase absorbida por unos cuantos grandes Estados que más tarde serían conquistados por el Estado de Qin, que reunificaría el espacio chino.
La respuesta que dio el confucianismo a estos desarrollos políticos fue la de recuperar la esencia de los ritos y las relaciones tradicionales entre soberano y súbdito. Confucio aspiraba a que sus discípulos lograsen convertirse en consejeros o ministros de reyes y que con su saber y su ejemplo contribuyesen a moralizar la vida política china, recuperando el orden socio-político de antaño. Para los taoístas los disturbios sociales eran una manifestación de que los hombres habían dejado de regirse por el Tao. La solución era o bien abandonar la sociedad y llevar una vida sencilla y apartada, o bien tratar de guiar a la sociedad conforme a los principios del Tao. En general los pensadores taoístas hicieron lo primero, pero ello no quita que no reflexionasen sobre cuál era la mejor manera de guiar a los hombres.
El hombre, el mundo y el sabio
Para entender del todo lo que el taoísmo tiene que decir sobre el liderazgo, es importante ver lo que tenía que decir sobre el mundo, el hombre y el sabio.
En el origen de todo está el Tao. El Tao es inefable (“El Tao que puede ser expresado no es el verdadero Tao. El nombre que se le puede dar no es su verdadero nombre”). Porque es informe, es la matriz de la que nacen todas las cosas. El universo está hecho de complementarios, de los que los esenciales son el Yin y el Yang. El Yin es el principio femenino, la tierra, la oscuridad, la pasividad y la absorción. El Yang es el principio masculino, el cielo, la luz, la actividad y la penetración. Cada uno de ellos lleva en sí el germen del otro. Cuando el péndulo se ha escorado mucho hacia uno de los dos, está en la naturaleza de las cosas que oscile de nuevo al principio que había quedado obliterado. La idea subyacente es la de un universo que funciona armónica y rítmicamente mediante ciclos, un universo en el que los dos polos de una situación no son opuestos, sino complementarios. Un corolario de todo lo anterior es que nada dura, todo está en cambio permanente. Ésa es la naturaleza de las cosas y el sabio la tiene que aceptar. Esa aceptación no es la resignación cristiana ante las desgracias, sino la comprensión experiencial de que así son las cosas.
El ser humano es parte del universo. Según el “Taiping Jin”: “El ser humano toma al Cielo como modelo y el Cielo toma al ser humano como modelo”. El ser humano ha de aspirar a vivir conforme al Tao. ¿Qué es vivir conforme al Tao? Comprender, aceptar y seguir los principios del universo. Vivir con armonía y sencillez. Actuar espontáneamente conforme al Tao y no conforme al ego. Su visión del hombre es positiva. Toda persona tiene el potencial de alcanzar el Tao. La sociedad, una construcción artificial, es la que desvía a los hombres y les impide alcanzar su potencial. Los rasgos de los hombres en sociedad son: la competición, todos quieren ocupar los puestos de honor; la codicia, que puede llevar al latrocinio; la ofuscación fácil, el corazón se deja arrastrar por el primer viento que llega; el afán por actuar, por moverse; la tendencia a la astucia, a pretender que uno es más listo que los demás y a utilizar esa astucia para manipular a la gente. A pesar de lo anterior, la visión de Lao tsé sobre los hombres es positiva. Sabe que dejados a su albedrío son capaces de entender el Tao y vivir conforme a él.
El sabio es aquél que ha entendido la naturaleza del Tao de una manera experiencial. En cierta medida me recuerda al ser iluminado del budismo o a la acción espontánea de la que habla el zen. El sabio obra espontáneamente, su ego no interviene en la acción, ha entendido cómo fluye el universo y sus acciones son conformes con lo que hay. El sabio no tiene apegos y prefiere la vida sencilla y apartada.
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