ABC
Suscríbete
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizMi ABCABC
Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

El brillo en las gavillas de arroz

Emilio de Miguel Calabiael

Hace poco me regalaron un libro que lleva ese título sugerente y que ha sido publicado por la editorial Vaso Roto. Es una antología de poetisas chinas modernas. La selección, realizada por la poetisa Ming Di, ha intentado ser lo más amplia posible y reflejar lo que ha sido la poesía china femenina en los últimos 80 años. La antología se abre con el poema “Las doradas gavillas de arroz” de la centenaria Zheng Min y termina con “Un pequeño trozo de cielo” de la veinteañera Tenzin Pelmo. La selección ha querido ser omnicomprensiva y junto a poetisas de la etnia mayoritaria han, hay otras tibetanas, mongolas, uighures…

La edición es muy cuidada, hecha con papel de calidad, pero lo más notable son las traducciones de los poemas. Una vez leí una antología de poesía de la dinastía T’ang, en la que el traductor había conseguido que todos los poetas sonasen exactamente igual. Tiene mérito conseguir que Li Bai no se distinga de Li Shangyin, es como hacer que Góngora sea indistinguible de Quevedo. Aquí no es el caso. Cada poetisa recogida suena con una voz muy personal que, no leyendo chino, asumo que debe aproximarse a la suya propia.

En general los poemas recogidos tienden al intimismo. La naturaleza y el cuerpo están presentes en muchos poemas. La naturaleza refleja la vida de los hombres, a veces distante, otras veces amante y protectora, les arropa, les acompaña en sus sentimientos. “La luz de luna está radiante, la máquina está encendida, el plano/ está alumbrado, mi cara alumbrada: la luna creciente ilumina/ mi corazón/ que cae” (Zheng Xiaoqiong). El cuerpo es lo más íntimo, lo que resume a la persona; los poemas no hablan del alma. Acaso cuando alguien está hondamente encarnado, no necesita que lo habite ningún ser etéreo. “Cuando muera, la cama se llenará de flores/ pondrán rosas debajo de mi cuerpo,/ no sobre él. Mi cuerpo/ quedará expuesto a la vista de todos,/ pero no importa. Porque mi vagina/ habrá sido extirpada por mi amante./ En esta ciudad, un cuerpo sin/ órganos sexuales es un cuerpo casto.” (Yin Lichuan).

Y ahora que he transcrito parte del poema anterior, caigo en la cuenta de que la muerte está presente en muchos de los poemas. Es una muerte con poco dramatismo, más bien como un fastidio que nos acontece y nos obliga a cambiar de planes. “El carpintero confecciona el ataúd,/ la muerte es reciente y/ le acompaña la fragancia del aserrín./ Yace en la habitación el abuelo difunto,/ sin duda habrá oído/ los ruidos de la sierra y de los martillazos que vienen de afuera. (…) Pienso en/ qué poner dentro del ataúd:/ una grabadora con cintas de la ópera Lü,/ un aerosol para el asma y un tigre de tela,/ un gorro de lana y una dentadura postiza./ Hay tantas cosas que podría poner dentro…/ Pero, en realidad, lo que no quiero es/ meter allí a una persona.” (Lu Ye).

Algo que me llamó mucho la atención fueron las imágenes que utilizan muchas de las poetisas. Utilizan imágenes originales y poderosas. Despúes de 4.000 años de poesía, parecería que encontrar imágenes que golpeen con fuerza es imposible. Pues no, para un poeta de casta no es imposible. “No voy a llorar porque sé que en cualquier momento te/ reencarnarás/ en un melocotonero.” (Lin Zi). “La infancia es un sueño traído por un gorrión/ que se pregunta en el poste eléctrico/ “¿Qué es más feliz, un árbol o una nube?” (Tung Shu-ming). “La poesía no sabe que ha muerto/ Un funeral de Estado se lleva a cabo en un campo de golf de 1000 hoyos…” (Lü Yue). “El musgo crece silente/ rechazando la gracia del sol.” (Aynur Mawltbek).

Por si quedara alguna duda, el libro me ha fascinado.

 

Literatura

Tags

Emilio de Miguel Calabiael

Post más recientes