ABC
Suscríbete
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizMi ABCABC
Blogs Bukubuku por Emilio de Miguel Calabia

Hacia la guerra (2)

Emilio de Miguel Calabiael

 

A comienzos de 1940 los líderes japoneses se sentían contra las cuerdas. China había resultado ser un sumidero de hombres y de recursos. Cuantos más se le echaban, más absorbía y la victoria seguía estando tan lejos como el primer día. Encima, el conflicto con China había ensuciado la imagen exterior de Japón y deteriorado sus relaciones con el Reino Unido, Francia y, sobre todo, EEUU. El Pacto de No Agresión que la URSS y la Alemania nazi habían firmado en agosto de 1939 suponía que los soviéticos, no teniendo que preocuparse por su frontera europea, podían volverse contra Japón cuando quisieran. Un breve conflicto fronterizo con la URSS en Manchuria en el verano de 1939 había enseñado a los japoneses a respetar a los rusos. Los rusos soviéticos del Mariscal Zhukov que les derrotaron no tenían nada que ver con los rusos zaristas mal mandados y mal armados de la Guerra ruso-japonesa de 1904-05. La situación se veía tan desesperada, que el Ejército había decidido en secreto empezar a preparar los planes para retirarse de China.

De pronto en la primavera de 1940 se produjo la victoria sorprendente de Hitler sobre Francia, Bélgica y los Países Bajos y el panorama cambió. Podía haber una salida después de todo, pero había que reaccionar deprisa y no dejar escapar el tren. Los duros dentro de la Armada hicieron prevalecer su opinión de que había llegado el momento de atacar el Sudeste Asiático; Francia y los Países Bajos habían sido derrotados por Alemania y ya no contaban y era cuestión de tiempo que Gran Bretaña se rindiese. Parecía posible expandirse por el Sudeste Asiático evitando un conflicto con una Gran Bretaña debilitada y con unos EEUU que no estarían dispuestos a involucrarse en un conflicto en Asia mientras la guerra se desarrollaba en Europa. El Ejército llegó a unas conclusiones semejantes a las de la Armada y las plasmó en un documento, “Líneas generales de los principios para hacer frente a la situación mundial cambiante”, es decir, cómo podemos sacar tajada. El Ejército preveía expandirse hacia el sur, tanto si la guerra contra China había concluido o no. Preveía atacar Hong Kong y Malasia y aceptaba la posibilidad de una eventual guerra con EEUU. Era un documento completamente disparatado, que no tenía en cuenta los recursos reales del Ejército, pero a los militares se les había abierto el apetito, viendo lo que los alemanes estaban haciendo en Europa. El documento también establecía cuál debería ser la orientación diplomática del país para aprovechar la nueva situación: alianza con Alemania e Italia y mejora de las relaciones con la URSS. El Ejército compartió el documento delirante con la Armada que, no sólo lo vio muy bien, sino que incluso lo radicalizó todavía más. El objetivo último sería la creación de una esfera económica autosuficiente, cuyo núcleo central lo compondrían Japón, Manchuria y China y cuyo perímetro pasaría por el norte de Australia y el Pacífico Central. Se repetía, aunque con menos insistencia que antes, que se intentaría evitar la guerra con EEUU.

Las FFAA pensaron que necesitaban un nuevo gobierno para poner en marcha sus planes, ya que el gobierno existente se había mostrado demasiado contemporizador con las occidentales. El hombre en quien pensaron para dirigir ese gobierno fue el Príncipe Konoye. Konoye había sido ya Primer Ministro de junio de 1937 a enero de 1939. Durante ese mandato fue cuando el Ejército japonés inició la invasión de China, a pesar de las admoniciones del Príncipe. Durante el año y medio que duró su mandato, se reveló como un gobernante débil, que no sabía oponerse a los deseos del Ejército. Mientras que puedo entender perfectamente por qué las FFAA pensaron en él, no acabo de comprender cómo Konoye se dejó convencer para volver a ejercer de marioneta de los militares.

Mientras que lo habitual es que los Primeros Ministros escojan subordinados que no les puedan hacer sombra y, si es posible, que sean más incompetentes que ellos, Konoye designó en su gabinete a dos personas que le daban veinte vueltas en lo que se refiere a tener personalidad. La primera fue el Ministro de la Guerra, Hideki Tojo. En este caso, la equivocación no se le puede achacar realmente a Konoye, ya que fue una imposición de los militares. En el caso de su Ministro de Asuntos Exteriores, el inefable e inflamable Yosuke Matsuoka, el error sí que fue 100% de Konoye. Tal vez pensase que con su pro-germanismo Matsuoka era el hombre adecuado. No se dio cuenta de que también era el hombre que podía llevar a Japón más rápidamente a un conflicto con EEUU. Nada más ser nombrado, declaró a un periodista norteamericano: “En la batalla entre la democracia y el totalitarismo, los segundos sin duda vencerán y controlarán el mundo,” y dejó entrever dónde estaban situados Japón y EEUU en ese conflicto y lo que pensaba que acabaría ocurriendo.

Konoye mostró rápidamente lo que cabía esperar de él. A los cuatro días de su nombramiento mantuvo una reunión con sus Ministro de Asuntos Exteriores, Guerra y Armada que básicamente asumió las conclusiones de las “Líneas generales de los principios para hacer frente a la situación mundial cambiante”. El 27 de julio se celebró una Conferencia de Enlace que confirmó los principios que guiarían la política exterior japonesa: 1) Alianza con Alemania e Italia; 2) Firma de un pacto de no agresión con la URSS por un período de 5-10 años; 3) Cortar los suministros a China, ejerciendo adecuada presión sobre la Indochina francesa y Birmania; 4) Conseguir los recursos, el uso de los aeródromos y el derecho de paso para las tropas en la Indochina francesa; 5) Obtener recursos de las Indias holandesas, amenazándolas con el uso de la fuerza si era preciso. Un punto interesante de la Conferencia: ya no se insistió tanto en la necesidad de acabar cuanto antes el conflicto chino; las FFAA japonesas asumían de una manera suicida la posibilidad (por no decir la certeza) de que tuvieran que verse simultáneamente combatiendo en China y expandiéndose por el Sudeste Asiático contra los imperios coloniales europeos.

Quienes primero vieron el carajal en el que se iban a meter fueron algunos oficiales de la Armada. Previeron que si atacaban la Indochina francesa, EEUU les impondría un embargo de petróleo y chatarra. La única manera efectiva de sortear ese embargo sería ocupar las Indias holandesas, lo que llevaría casi con toda seguridad a una guerra con EEUU. Los planificadores de la Armada calculaban que ésta tenía recursos para combatir contra EEUU durante un año y luego que los dioses les ayudasen. Aun así, la Armada decidió disponer la movilización preparatoria de la Armada, que era el paso previo a la plena movilización para la guerra. ¿Por qué se comprometieron con una estrategia tan agresiva que podía conducirles a una guerra que dudaban ganar? Posiblemente el principal motivo fuera el tan japonés de no quedar como unos gallinas ante el Ejército. También pudo haber otra razón más a corto plazo: si se mantenía la prioridad de la expansión hacia el sur, la proporción de recursos que se destinaría a la Armada aumentaría.

El lado diplomático de los preparativos le correspondió al Ministro de Asuntos Exteriores Matsuoka. Resulta interesante que la alianza con las potencias del Eje no la veían de la misma manera todos los protagonistas. El Ejército, que era el más decididamente expansionista, apoyaba sin reservas esa alianza. Las victorias alemanas en Europa habían excitado tanto a los generales que se morían de ganas de subirse al carro del Eje y minimizaban o no querían ver que iban a entrar en curso de colisión con EEUU y Gran Bretaña. Los altos escalones de la Armada eran más reticentes. Temían con razón que EEUU tomase esa alianza como una provocación. La presión que el Ejército y los oficiales más jóvenes de la marina ejercieron sobre los almirantes timoratos fue tanta que el Ministro de Marina, Zengo Yoshida, no pudo soportarla y dimitió el 3 de septiembre. Para rematar las cosas Matsuoka estaba convencido de que la alianza obligaría a EEUU actuar con más prudencia y de hecho alejaría el riesgo de guerra con ellos. Matsuoka también pensaba, inexplicablemente, que esa alianza contendría a los sectores más agresivos del Ejército. Konoye tenía recelos de las ideas de Matsuoka, pero se dejó convencer a medias. En todo caso, no tenía otra alternativa. El Ejército no habría aceptado un no a la alianza como respuesta. Tampoco el Emperador lo veía muy claro. Pocos días antes de que se firmase la alianza, le dijo en privado a Konoye: “En las circunstancias presentes, no podemos evitar el acuerdo militar con Alemania. Si no hay otra manera de manejar a EEUU, entonces no podemos evitarlo.”

Historia

Tags

Emilio de Miguel Calabiael

Post más recientes