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Blogs Toques Sureños por Álex González

Voces para el recuerdo: Joan Sutherland

Era conocida como la Stupenda de la ópera

Álex Gonzálezel

Está considerada como una de las tres componentes de la santísima trinidad femenina del lírico del siglo XX junto a otras dos artistas como Renata Tebaldi y María Callas. El apodo de la “Stupenda” le vino después de una sublime interpretación de “Alcina” de Haendel en 1957 en Venecia. Era natural de Sydney, en Australia, donde nació en noviembre de 1926. E familia con ascendencia escocesa, su madre había cantado como mezzosoprano en algunas ocasiones, y fue quien le inculcó las primeras lecciones de canto. Posteriormente siguió formándose bajo la batuta de John y Aida Dickens, que la hicieron debutar con una ópera de Purcell en 1947 en el papel principal de “Dido y Eneas”. Tras ello apareció en la primera interpretación en Australia de “Judith” de Goossens, que tuvo lugar en el Conservatorio de su ciudad natal. Con esto consiguió trasladarse a Reino Unido y en 1952 se introdujo en el Royal College of Music, lo que le sirvió para interpretar a la primera dama de “La Flauta Mágica” de Mozart en el Covent Garden. De sus inicios habría que destacar una intervención como Clotilde en la obra “Norma” junto a María Callas y Ebe Stignani, también un momento que le sirvió para crecer personalmente cuando tuvo que sustituir a una compañera que estaba indispuesta en el papel de Amelia en la obra “Un ballo in maschera” para el cual no había ensayado.

Su carrera no se puede entender sin su gran mentor, el director de orquesta Richard Bonynge. Este hombre, compatriota australiano, era además un gran pianista al que conoce durante su estancia en Londres y con el que en 1954 acaba casándose. Richard convenció a Joan para que ampliase su repertorio Wagneriano y convertirse en una soprano de coloratura. Estas voces de la lírica son capaces de ejecutar notas rápidas, que colorean la función, la intensifican e incluso puede decirse que la animan. Sutherland acepta este cambio pese a haber demostrado sus dotes de soprano con interpretaciones relevantes en “Las bodas de Fígaro” en los años 50. Su debut de coloratura fue junto a Plácido Domingo en cuatro papeles de mujer en “Los cuentos de Hoffman”. De Europa a Estados Unidos, donde cantó como Donna Anna en “Don Giovanni” de Mozart, y vuelta a Londres para despuntar con “Carmen”, “Rigoletto” y “Otello”. Aunque hay que destacar dentro de sus trabajos una producción de Franco Zeffirelli y Tullio Serafin con “Lucia di Lammermoor” en febrero de 1959. Su estreno en la capital de Inglaterra le llevó a la Opera de Paris, al Liceu de Barcelona, a la Scala de Milan y al Metropolitan de Nueva York abriendo su carrera a la fama internacional. En el teatro neoyorquino actuó hasta 223 veces a lo largo de su vida, en una relación que acabó en 1989 cuando se negó a cantar “El rapto de serrallo” como represalia al cambio que había solicitado para dejar “La viuda alegre”. Tal era la importancia de su música allí, que incluso se puede decir que en 1961 cuando llegó a esta ciudad con una obra de Bellini, se pudieron apreciar las asombrosas capacidades de flexibilidad y agilidad que había desarrollado con su voz tras especializarse en los últimos años en las coloraturas de ópera italiana de los siglos XVIII y XIX en obras de Vicenzo Bellini y Gaetano Donizetti. Un trabajo propio que le valió la admiración de toda la crítica y una apertura al mundo lírico más grande aún de la que tenía.

Joan Sutherland disfrutó de una de las más extensas carreras musicales que se recuerdan. En 1979 fue nombrada Dame Commander de la Orden del Imperio Británico, y en 1997 escribió una autobiografía llamada “Prima Donna’s Progress” con multitud de curiosidades sobre su vida. Tuvo un hijo llamado Adam. El asesoramiento de su marido le llevó a tener una mayor implicación emocional. En 1990 se despidió de la escena de Sydney en un recital de “Les Huuenots”, y poco después lo hizo de forma definitiva en una representación en el Covent Garden junto a Luciano Pavarotti y Marilyn Horne de “El murciélago”. Se despedía del mundo de la canción lírica una artista cuya carrera estuvo bajo el amparo en casi si totalidad del sello Decca Records. Cuando estaba retirada cantaba en su jardín, pero no quiso dar clases a otras personas. Finalmente, un 10 de octubre de 2010 fallecía en la localidad suiza de Les Avents a causa de una larga enfermedad. Allí residía junto a su marido, tenía 83 años y se marchaba una de las tres grandes voces femeninas del siglo pasado dentro del mundo de la ópera.

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