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Blogs Enciende y Vámonos por Rosa Belmonte

‘Girls’ o por qué nos gustan las feas

Rosa Belmonte el

Con Lena Dunham encantada de empezar a rodar en marzo la tercera temporada de ‘Girls, Canal + estrena la segunda el 14 de febrero. El jueves, la cadena hizo un preestreno de los dos primeros episodios en La Industrial. Porque aquí o somos modernos o no lo somos. Viendo al personal asistente, una echaba de menos haber ido con gafotas, una bicicleta fixie y un gorro con pompón. El universo ‘Girls’ es un espectáculo.

La serie de Lena Dunham, elogiable por tantas razones, es una oda al feísmo. Pero como siempre lo han sido las películas ‘indies’, tanto las de Todd Solonz como ‘Go Fish’ (antes de que Rose Troche se hiciera directora representativa del ‘lesbian chic’ con ‘South of Nowhere’ y, sobre todo, con ‘The L Word’). Si la estrella emergente Amy Martin (o Irene Zoe Alameda) no soporta trabajar con gente fea, a Dunham le encanta. Zosia Mamet, la gran Shoshana Shapiro, podría salir en ‘El hobbit’ sin maquillaje. Y Adam, bueno, Adam. Dando la vuelta a Rafael Azcona, esta serie es la demostración de por qué nos gustan las feas.

Por otro lado, Dunham es una falsa chica de la puerta de al lado. Es un cerebrito que forma parte de la élite intelectual. Ella, su familia y sus amigos. Y consecuentemente con ese mundo, la serie es muy de nicho, muy minoritaria, que aquí parece que todos (la prensa, los blogs) hablemos de lo mismo pero luego estas cosas las ven cuatro gatos. Y pasa lo mismo con ‘Mad Men’, que la pone una televisión en abierto a horas razonables y se la tiene que tragar. Pese a todo, el talento de Lena Dunham es tan grande como sus tatuajes o sus ganas de sexo (las de su personaje). Y ha hecho de Hanna Horvarth un personaje adorable. Dunham está quizá sobredimensionada, quizá no. Ahora se repite mucho lo de que es la sucesora de Woody Allen. Agradeceríamos mucho que escribiera algo de eso en su próximo y millonario libro ‘Not That Kind of Girl: A Young Woman Tells You What She’s Learned’. Más allá de su escritura fresca e ingeniosa, hay algo en lo que no se parece a Woody Allen. Mientras este señor con cara de chiste ha tenido de parejas cinematográficas a mujeres como Diane Keaton, Mia Farrow, Mariel Hemingway o Dianne Weist –y sí, vale, también a Tracey Ullman y Bette Milder, pero son excepciones–, mientras él, digo, se beneficiaba a esas señoras, Lena Dunham (o Hanna Horvarth) tiene a Adam, el tipo más anti lúbrico que ha aparecido en una pantalla de televisión desde el señor Collins de ‘Orgullo y prejuicio’. Elizabeth Bennet lo rechaza, Hanna lo disfruta. Lena Dunham, aunque solo fuera por eso, es muy superior a Woody Allen.

 

 

 

 

 

 

 

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