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Blogs Enciende y Vámonos por Rosa Belmonte

He dado muchas cosas al Periodismo

Rosa Belmonte el


Las apariciones de Belén Esteban en los programas del sábado por la noche (se llamen como se llamen) son un clásico. Y un evergreen, como cuando cualquier cadena pone Pretty Woman. La Noria hizo un 22,5 de share (2.400.000 espectadores) con la rubia y sus desgracias matrimoniales. Belén Esteban siempre tiene un McGuffin. El año pasado era el vestido de novia y este año, la comunión de su hija. Pero como encima ahora cuenta con el cambio de Ana Rosa por Jorge Javier y con la separación matrimonial (“he pedido el divorcio exprés”), pues estaba haciéndosele tarde para su gala del sábado noche.


 Como siempre, un placer. Aunque es verdad que esta versión llorona me convence menos que otras. A mí me gusta más cuando va cruzada de Alexis Carrington y Lisbeth Salander. Cuendo va altiva y vengativa, dando estopa por ahí y por aquí. De todas maneras, tuvo esos belenismos que la apuntalan como nuestra Yogi Berra.


“Mi marido, que es milurista…”.


 “Le he mandado las maletas en un tasis a su bar”.


 “Los dos somos muy apasionales”.


 “Me encantaría ir a La Caja”.


O, a propósito de que le habían ofrecido enfrentarse a Jaime Peñafiel y que lo había rechazado porque no piensa sólo en el dinero, es decir, que habla gratis muchas veces a la prensa:


He dado muchas cosas al Periodismo” (Belén Esteban).


 “Al periodismo contemporáneo” (Jorge Javier).


 “Al periodismo como lo quieras llamar” (B.E.).


 Creo que el mayor atractivo de Belén Esteban es que es de verdad, aunque sea un tópico. Todo lo contrario que María Jesús Ruiz con su numerazo del sábado pasado (Ja, ja, ja, que Jordi González va y dice, oh, sorpresa, que le habían contado que habían visto a María Jesús y a Dani DJ tomando copas el viernes por la noche y va el tío y se indigna: “María Jesús, María Jesús, cuidado con engañarnos”).


Belén Esteban parece más verdad que los indios de Cuatro (Perdidos en la tribu). Un presunto choque de opuestos como The Simple Life, sólo que a las tres familias españolas las han mandado a tres quintos pinos mundiales. Programa sólo en el embrión que promete bastante, pero lo mismo sale rana como lo de los granjeros. De momento, mi favorita es la niña Molina que juega al fútbol. En cuanto a la falsedad de los indígenas, no digo que no sean auténticos pero es que ese desparpajo, Dios, si parecen del reparto de Bailando con lobos o de Apocalypto. Y son muy divertidos (aunque no tengo manera de saber si lo que les subtitulan es de verdad lo que dicen, o es una especie de V.O. de Noche Hache, pero voy a creérmelo). Y tampoco es que nosotros les hayamos mandado vecinos de al lado. Le hemos mandado chicos con cortes de pelo atroces (corto por delante, largo por detrás) o chicos que se llaman Kevin. Los nativos sueltan cosas como “En el Kalahari cogemos las serpientes con las manos” o “Los padres deben entregar a sus hijas a los buenos cazadores”. Con las tetas al aire, una de las indígenas: “Sólo nos tapamos cuando llueve”. Y luego, ya en el lugar, el chico español: “Espero que mi madre y mi hermana no se pongan en topless porque si no me va a dar el triple de corte”. El niño del corte de pelo atroz chocó inmediatamente con la comida (“huele a mierda”). 150.000 euros de premio no sé si valen tantas penurias.


En el fondo, me alegro de que a Belén Esteban le cueste menos trabajo ganar su dinerito. Y de que nadie la prive de sus cintas de lomo. Como indígena, siempre me quedaré con Belén Esteban. Y, en el otro extremo, con Tamara Falcó.

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