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El acuerdo de gas Rusia-China en el nuevo mapa estratégico regional

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Por: Javier Santacruz Cano Economista. Investigador de la Universidad de Essex y Think Tank Civismo

La firma del contrato de suministro de gas entre Rusia y China es un acontecimiento de relevancia extraordinaria, el cual trasciende los límites del mercado de productos energéticos a nivel mundial y se constituye como un signo evidente de un nuevo equilibrio de poder en un momento de conflicto e incertidumbre en el este de Europa.

Tras las sanciones impuestas por el bloque de países occidentales encabezado por los Estados Unidos, Rusia está haciendo valer su posición dominante en algunos mercados vitales tanto para su supervivencia como para la de sus vecinos, incluido Europa. La apuesta por el mercado chino encierra tras de sí unas expectativas fuertes de crecimiento a largo plazo dado el crecimiento de la demanda de gas en el gigante asiático y su posición de dominio en mercados tan importantes como los de metales básicos y de metales preciosos.

Una vez más, el mercado de commodities sirve como tablero en el que se juega una partida trascendental. Mientras que Rusia diversifica sus redes  comerciales y lo hace en un mercado con demanda creciente como el chino, Europa busca nuevas fuentes de suministro de gas más allá de las tradicionales como la propia rusa o Argelia. Encima de la mesa está la posibilidad de que Estados Unidos abra sus fronteras a la exportación de productos energéticos, con lo cual Europa podría obtener un suministro de gas con menor riesgo estratégico que de otras fuentes que se están explorando en este momento.

Los términos del contrato y la creación de una nueva referencia mundial del gas

Las conversaciones que ahora han acabado en acuerdo se iniciaron hace más de diez años. Sin embargo, los continuos parones y desavenencias entre los dos países han hecho imposible un acuerdo hasta ahora, en parte precipitado por las circunstancias a las que se enfrenta Rusia con respecto al conflicto de Ucrania.

Uno de los términos esenciales del acuerdo es la construcción de un gasoducto que comunicará los dos países con una capacidad de 38.000 millones de metros cúbicos de gas al año. La empresa oferente, Gazprom, suministrará durante treinta años esta commodity a partir de 2018 a un precio significativamente por debajo del precio de mercado actual. La horquilla de  precios que se maneja en este momento está entre 3,5 y 3,8 dólares por cada millón de unidades térmicas británicas.

 

Gráfico 1: Evolución del precio del gas en el NYMEX (mayo 2013-mayo 2014)

Fuente: NYMEX

Más allá del descuento que supone sobre precio de mercado y sobre el que China paga a las exrepúblicas soviéticas de Turkmenistán y Kazajistán, los competidores inmediatos de Gazprom en el comercio de gas licuado en Asia, el acuerdo contiene dos novedades trascendentales:

a)      El contrato se liquidará anualmente en divisa local y no en dólares.

b)      Podría generarse, en un futuro inmediato, una nueva referencia de mercado (denominada en la jerga benchmark) alternativa a la negociación en el NYMEX americano.

Los términos del contrato y el clima económico de ajuste de los excesos de capacidad en China son un buen caldo de cultivo para la gestación de un nuevo mercado, al igual que ha ocurrido con materias primas como el cobre, el mineral de hierro, el níquel o, incluso, el oro. En este sentido, cabe preguntarse: ¿Qué potencial tiene China? ¿Cuál será su capacidad de influir en los precios mundiales?

La oportunidad de China y la revolución mundial del “fracking”

La estructura energética actual de la economía china está fuertemente condicionada por el carbón. En este sentido, la apuesta por el gas adquiere un significado estratégico para reducir su dependencia del carbón y jugar con un elemento de enorme poder frente a su área de influencia. Para ello, China está utilizando todas sus bazas, incluso la producción de gas mediante la fragmentación de rocas, el famoso “fracking”.

El gigante petrolero chino Sinopec ha elevado sus expectativas de generación de energía en forma de “shale gas” o gas pizarra. Sus estimaciones elevan la producción de este tipo de gas a 10.000 millones de metros cúbicos para 2017.

En términos anuales, Sinopec ha fijado el objetivo de producción en 6.500 millones de metros cúbicos anuales para 2015 y podría alcanzarse la astronómica cifra de 100.000 millones de metros cúbicos en 2020. China podría tener entre medias de las rocas unas reservas de gas pizarra de 31,6 billones de metros cúbicos según calculan fuentes como la Agencia de la Energía de los Estados Unidos.

Solamente en el yacimiento de Fuling, Sinopec calcula que hay unas reservas de 2,1 billones de metros cúbicos de gas. En este sentido, la utilización de la fractura o “fracking” para extraer de las rocas el gas se extenderá de forma extraordinaria en los próximos años con unos resultados muy positivos en mercados como el americano.

Gráfico 2: Distribución del fracking a nivel mundial

 

Fuente: Reuters

Conclusiones

El fortalecimiento de la posición tanto de China como de Rusia tendrá consecuencias políticas y económicas más allá de la reacción actual de los mercados. Especialmente, uno de los actores más afectados es Europa, cuyos líderes están buscando nuevas vías de suministro no sólo de gas sino también de petróleo. Sin embargo, pasar de las palabras a la acción está siendo extraordinariamente complicado en un continente que tendrá que fortalecer sus relaciones con China.

 

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