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Algunas reflexiones ante la distribución espacial del esfuerzo inversor en I+D+i en Europa y España

Algunas reflexiones ante la distribución espacial del esfuerzo inversor en I+D+i en Europa y España
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Por Tania Fernández García y Fernando Rubiera Morollón, Cátedra para el análisis de la innovación en Asturias (www.cinnova.es), Laboratorio de Análisis Económico Regional – REGIOlab

Existe un consenso global sobre la importancia de la inversión en Investigación, Desarrollo e Innovación (I+D+i) como motor del crecimiento económico en los territorios. Una extensa línea de literatura económica, desarrollada principalmente en las últimas décadas, concibe la inversión en ciencia y tecnología como un instrumento capaz de reducir las desigualdades entre países o regiones. De este modo, se sitúa a la innovación como un factor clave para que un territorio entre en una senda de convergencia, acelere un cambio de modelo productivo hacía sectores de mayor valor añadido y experimente un progreso económico y social que se desarrolle de manera sostenida y sostenible en el medio y largo plazo.

Sin embargo, si se analiza la distribución espacial de los esfuerzos inversores en I+D+i, tanto en Europa como en España (véase las Figuras 1 y 2), se observa que existe un fuerte desequilibrio entre territorios. Concretamente, las áreas que gozan de unas mejores condiciones socioeconómicas tienden a concentrar mayores niveles de inversión en I+D+i que aquellos territorios con menores niveles de desarrollo económico. Es decir, se identifica un patrón justamente opuesto al que debería mostrarse para favorecer la convergencia entre territorios, con lo que la I+D+i puede estar contribuyendo a agravar las desigualdades económicas existentes.

La Figura 1 muestra la distribución espacial de la inversión en el sistema científico e innovador en la UE-28 (los 27 países miembros de la Unión Europea más el Reino Unido) en 2019, medida como porcentaje respecto al Producto Interior Bruto (PIB) de cada país en dicho año. En el mapa se puede observar que los países del Norte y Centro de Europa son los que realizan un mayor esfuerzo inversor en I+D+i, normalmente por encima del 3% de su PIB. Por el contrario, los países periféricos, situados tanto al Este como al Sur de la Unión Europea presentan, por lo general, esfuerzos inversores en ciencia e innovación significativamente menores, situados en muchas ocasiones por debajo del 1% de su PIB.

Si se analiza el caso español (véase la Figura 2) se constata un patrón espacial muy similar. Regiones como País Vasco, Madrid, Navarra o Cataluña presentan esfuerzos inversores en I+D+i superiores a la media nacional, concretamente por encima del 1,5% de su PIB regional. Sin embargo, buena parte de las regiones menos desarrolladas realizan un esfuerzo inversor en I+D+i significativamente menor, normalmente situado por debajo del 1% de su PIB.

Tanto en el caso de Europa, entre los distintos países, como en el caso de España, entre las distintas regiones, se observa una clara correlación entre la renta per cápita y el esfuerzo inversor en I+D+i. En las Figuras 3 y 4 se recogen específicamente las correlaciones entre el nivel de renta de los territorios y el esfuerzo inversor en I+D+i. Se constata que los países con más alta renta per cápita invierten en su sistema científico e innovador mayores porcentajes de su PIB que los países con menor renta per cápita, al contrario de lo que debería ocurrir para garantizar procesos de convergencia dentro de Europa. La misma lógica opera en el contexto de las Comunidades Autónomas españolas. Téngase en cuenta que se mide el esfuerzo inversor en términos relativos, como porcentaje respecto al PIB; si se considerase en términos absolutos, en millones de euros invertidos, las correlaciones entre el nivel de renta de los territorios y el esfuerzo inversor en I+D+i serían más acusadas, y, en consecuencia, las desigualdades entre los territorios en dichos términos serían aún más notables.

Es lógico que los laboratorios científicos o los grandes centros de innovación tecnológica tiendan a concentrarse en las zonas más activas y prósperas, al igual que lo hacen otras actividades económicas. Del mismo modo, las firmas más avanzadas, y, por lo tanto, las más innovadoras o preocupadas por introducir actividades innovadoras dentro de sus empresas, también se concentran en las principales aglomeraciones urbanas, dado que estas se caracterizan por ser áreas más creativas y competitivas y con una mayor productividad. Precisamente por ello sería fundamental que el aspecto espacial estuviera más presente en la distribución de los fondos públicos dedicados a impulsar la ciencia, la tecnología o la innovación. Éste, es un elemento tímidamente tenido en cuenta en las convocatorias europeas, pero no es un criterio considerado en la asignación de los proyectos del plan nacional de I+D+i (a pesar de que las brechas dentro de España sean similares o incluso superiores a las existentes entre los países europeos). Igualmente, debería impulsarse la deslocalización de laboratorios de referencia o centros de investigación o, al menos, fomentar la creación de redes, con transferencia de recursos, entre los centros de investigación ubicados en regiones periféricas además de los localizados en áreas centrales normalmente mejor financiados

 

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