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Reinventando el modelo de Barcelona: un delicado equilibrio

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Eva Serra de La Figuera. Arquitecta y Urbanista. Especialista en análisis territorial, participación pública y relaciones internacionales

Daniel Serra de La Figuera. Catedrático de Organización de Empresas, UPF. Experto en logística empresarial y organización del territorio. Presidente de la Asociación Catalana de Ciencia Regional.

El “modelo Barcelona” necesita reinventarse. En medio de la dura crisis europea, económica y de valores, especialmente álgida aquí en tierras catalanas, no sólo nos enfrentamos a un obligado replanteo de la concepción del “proyecto de ciudad” sino que la gestión del urbanismo y su complejidad requieren un nuevo enfoque. La ciudad se enfrenta a un conjunto de retos globales que han empezado a fragmentar la cohesión social, la equidad urbana y la calidad de vida de sus habitantes, en detrimento, según dicen algunos, de su proyección exterior.

Porque, eso sí, el modelo Barcelona, de ciudad mediterránea, compacta y de iniciativa público-privada, ha funcionado, y muy bien. Es innegable que, salvo algunos proyectos desafortunados, Barcelona ha dado un paso de gigante en sus 25 años de mandato progresista, años en que, valga decirlo, ha contado con la ayuda de fondos europeos y del Estado. Son de alabar la cantidad y calidad de intervenciones urbanísticas en zonas periféricas, antes desconectadas, como por ejemplo la Mina y Nou Barris, los siete kilómetros de apertura de la ciudad al mar, y el despliegue de infraestructuras como las Rondas e instalaciones como el ecopark y la depuradora del Besós, y también de otras que, no por invisibles son menos importantes, como son los depósitos de aguas pluviales que han evitado las inundaciones en los bajos de las casas. Crucemos los dedos para que, a pesar de los recortes presupuestarios, los proyectos de la Sagrera con su gran parque lineal y el de la cobertura de las vías de Sants, resuelto con meticulosidad, puedan llegar a buen puerto.

Pero concentrémonos en qué ciudad queremos de cara al futuro, o más bien, cuál sería el nuevo enfoque que precisa la Barcelona del Futuro. Porque a todos nos gusta una ciudad limpia, segura y agradable, pero no sólo se trata de mantener su calidad urbana sino de actualizar la ciudad para seguir siendo un número uno en cuanto a la calidad de vida que ofrece y a motor económico de la región.

Primero, precisemos. Ya no se trata de la Ciudad Condal, sino de la Barcelona Metropolitana, de una red de ciudades interconectadas, llámese metrópolis o región, o simplemente Cataluña Ciudad. Con los retos actuales, se requiere un enfoque transversal en cuanto a temáticas y ámbito territorial. La Ciudad-Región es el motor económico que instiga el cambio de paradigmas y, en nuestro caso, nuestra metrópolis, Barcelona, necesita asumir este liderazgo y unir sinergias con otros vecinos para llevar a buen puerto estrategias económicas de alcance europeo como son, por ejemplo, el corredor mediterráneo, al que, por cierto, Europa es más proclive que nuestro propio Estado. Por suerte, nuestros políticos ya se han puesto manos a la obra en estos temas incluyendo el de resolver el drama de las conexiones ferroviarias del puerto de Barcelona.

Inciso aparte, en cuanto al urbanismo de la ciudad, éste necesita apostar por tres nuevos objetivos: integrar las nuevas tecnologías; encaminar la ciudad hacia la autonomía energética, y establecer mecanismos de participación ciudadana. Los dos primeros, la integración de las nuevas tecnologías y la autonomía energética precisan de una regeneración integral del tejido urbano existente, lo cual no es tarea fácil ya que, hecho a posteriori, o sea en la ciudad ya construida, ello exige una fuerte inversión inicial. Se trata de replantear la ciudad en términos de sostenibilidad, de metabolismo urbano, y mediante las nuevas tecnologías, canalizar su funcionamiento, servicios, tráfico, flujos de materias y entrada de recursos, reciclando al máximo lo que produce, y reduciendo su consumo energético gracias a la captación de energías alternativas. En esta línea, la regiduría de “Habitat Urbá”, está iniciando con optimismo propuestas interesantes como el de manzanas autosuficientes.

Sin embargo, faltaría el tema de nuevos mecanismos de participación ciudadana y de redes sociales. Se trata de implicar a los habitantes en la toma de decisiones. La ciudad negociada es la que comparte su gestión no sólo con los actores económicos sino con las organizaciones sociales, con la llamada sociedad civil. En los tiempos que corren de malestar social, con un paro galopante y obligada reducción de gastos en todos los ámbitos, se necesita de la colaboración ciudadana para gestionar la ciudad de manera transparente y eficiente.

En definitiva, en estos tiempos difíciles que se avecinan, posiblemente la ciudad que queremos no será la que tendremos. Lo esencial es no perder de vista la claridad de los objetivos: la ciudad para todos, de todos. Cabe esperar que no merme el empuje que los nuevos dirigentes tienen, y que, con el consabido “seny català”, logren el delicado equilibrio entre el modelo de ciudad abierta, inclusiva, creativa y solidaria pre-crisis y la asunción de iniciativas del sector privado para poder encauzar proyectos de gran calibre como es el Blau Ictinea, un desarrollo mixto y autosuficiente que finaliza la apertura al mar de Barcelona en Montjuic.

 

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