Teresa Zafra el 12 nov, 2013 En el post de la semana pasada, una lectora me dijo en un comentario que mi visión de la maternidad en ese post concreto era algo negativa. No lo había pensado así, pero, dándole vueltas, se me ocurren algunos motivos por los que tal vez pueda haberme aflorado un sentimiento negativo de forma inconsciente alguna de las veces que escribo sobre la maternidad. En ciertos momentos de mi día a día, es cierto, me cuesta aplicar aquello del “always look on the bright side of life” que tan bien suena, pero el cansancio crónico y los serios obstáculos que tengo para hacer cosas que me gustan como ir al cine o meterme en un probador tranquilamente, ayudan bastante poco. Sin embargo, sigo practicando para ver el lado bueno de las cosas, y reconozco que lo hago por egoísmo. Estar de mal humor o con el ánimo bajo no es bueno para los que te rodean pero menos aún para el propio individuo, porque al fin y al cabo todos tenemos que soportarnos a nosotros mismos el 100% del tiempo. Por todo esto, hoy quería compartir con vosotros una de las reflexiones que me ayudan a mantener una actitud positiva la mayor parte del tiempo, y que no es otra que la sensación de que ser madre me hace, de forma casi obligatoria, ser mejor persona. ¿El motivo? Tengo que dar ejemplo. Es cierto, Martín es aún pequeño y no se entera de según que cosas, como, por ejemplo, de si mi ropa está ordenada o no, pero ese momento llegará, como le ha llegado a mi amiga Lucía, que además de haberse vuelto ordenadísima para dar ejemplo a sus hijos, ahora va y trabaja para el mismísimo Ricky Martín. Volviendo al tema, aunque Martín no se entere de todo todo si que, por ejemplo, me obliga a tener ciertas cosas al día, como la compra de pañales y leche, o las lavadoras. Antes podía dejar de ir al supermercado durante un tiempo, sobrevivir a base de latas de atún y de restos de pasta cocida de la semana pasada (no digo o no que lo hiciera, solo que podría) y no pasaría nada. Ahora, quedarse sin leche en polvo un domingo genera una situación de estrés comparable a la cuenta atrás de una bomba adosada a un tren en una peli cualquiera de Bruce Willys. La maternidad te obliga a ser más responsable, ordenada, paciente y constante. Además, te ayuda a traspasar límites que nunca creías que llegarías a cruzar. En mi caso, con mi condición natural de dormilona empedernida, nunca creí que pudiera sobrevivir tanto tiempo durmiendo tan poquísimo. Por suerte, como os contaré en otro post, los hijos no son extraterrestres que vienen de otro planeta para sorprendernos con sus extrañas costumbres, y suelen parecerse a los padres. En nuestro caso, gracias a Dios, Martín es relativamente dormilón, aunque tenga la graciosa costumbre de pedirnos el desayuno antes de que salga el sol. Concluyendo, la maternidad (o paternidad, por supuesto) nos obliga a ordenar nuestra vida, a centrarnos y a desterrar malas costumbres y, sobre todo, a descubrir que somos capaces de cosas, pequeñas o grandes, que nunca habríamos pensado que pudiéramos llegar a hacer. Centrarse en este pensamiento en los malos momentos ayuda. Probadlo y me contáis. Por supuesto, os dejo con el video que me inspira para mirar “el lado bueno de las cosas” embarazomaternidad Comentarios Teresa Zafra el 12 nov, 2013