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Blogs La volea de Zidane por

Karembeu, Anelka… y ¿Modric?

Luka Modric celebra su gol en Old Trafford
Ruben Cañizaresel

 

Dos franceses díscolos. Dos ‘estrellas’ del fútbol que pasaron con más pena que gloria por el Real Madrid. Karembeu y Anelka llegaron con la etiqueta de artículo de lujo, previo pago de bastantes millones de euros, pero se quedaron en un mero producto de saldo. Eso sí, tanto el mediocentro como el delantero se fueron con la cabeza muy alta de Chamartín. La Séptima y la Octava Copa de Europa del Real Madrid llevan su sello. Y eso nadie se lo podrá quitar. Al César lo que es del César.

Barça y Madrid se pelearon una temporada completa por fichar a Christian Karembeu. Aquel culebrón fue de los más ‘cansinos’ de la historia del fútbol. Finalmente, el de Nueva Caledonia, recaló en Concha Espina, en el verano de 1997. Y decepcionó como pocos. Tres temporadas como madridista. Todas muy discretas. Eso sí, en los cuartos de final, ante el Leverkusen, y en las semifinales, ante el Dortmund, de la Séptima anotó tres goles decisivos que llevaron al Madrid a la final. Dos de ellos de puntera. A lo fútbol sala. Para rizar aún más el rizo. Se marchó en junio de 2000. Como vino, con más ruido que nueces. Pero ‘devolviéndole’ al Madrid la Copa de Europa 32 años después.

Nicolas Anelka superó lo de su compatriota. El atacante galo llegó del Arsenal en el verano del 99, por 33 millones de euros. No era moco de pavo por entonces. Pero sólo estuvo esa temporada en el Madrid y media se la pasó apartado del equipo por rebeldía. Una mañana se levantó y dijo que no iba a entrenar más. Varias semanas después recapacitó, pidió perdón al club y a los compañeros y Del Bosque lo recuperó para la causa. Llegó para el día D, a la hora H. Para eliminar a un gran Bayern de Múnich en las semifinales de la Octava con un gol en la ida y otro (histórico cabezazo) en la vuelta, que espantó cualquier atisbo de remontada de los alemanes que estuvieron a un gol de empatar la eliminatoria. La Octava también habló bastante francés.

Luka Modric estuvo todo el verano pasado en rebeldía. Hasta decidió dejar de entrenar con el Tottenham forzando su fichaje por el Madrid. Se salió con la suya. 35 millones y para la capital de España. En seis meses, su hoja de servicios estaba en blanco. Anoche en el ‘Teatro de los Sueños’ la rellenó por toda la temporada. Jugó sus mejores treinta minutos como madridista. Movió el ataque blanco como ninguno, generó ocasiones, le dio un plus de agresividad al equipo y, sobre todo, marcó un golazo, el 1-1, que cambió por completo la eliminatoria, amén de la expulsión de Nani, y metió al Madrid en cuartos de final de la Champions.

Son los actores secundarios del fútbol. Del Madrid. De las Copas de Europa más recientes del equipo blanco. Casualidad o no. Quién sabe. Pero lo de Modric anoche en Manchester, quizás, es una señal. Y las corazonadas hay que perseguirlas. No es bueno darle la espalda al destino. Sólo el tiempo dirá si aquel ‘destello’ de Old Trafford de un 5 de marzo de 2013 fue sólo una estrella fugaz o la luz que iluminó el camino del Madrid hasta la Décima.

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Real Madrid Ruben Cañizaresel

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