El numerito del Real Madrid en el Ramón de Carranza no tiene justificación ninguna. Inadmisible que en el año 2015, el club más rico y laureado del mundo cometa una metedura de pata de tan sonrojante magnitud. La entidad de Concha Espina tiene en plantilla alrededor de 200 empleados y ninguno de ellos tenía conocimiento que Cheryshev arrastraba de la pasada temporada un partido de sanción en la Copa. Surrealista. Por mucho que Emilio Butragueño, con su habitual educación y templanza, intentara explicar que ellos no tenían constancia de nada y evitara a toda costa hablar de «ridículo», el esperpento es incuestionable. Y las consecuencias, salvo milagro o argucia legal de improbable éxito, será una dramática eliminación de Copa en los despachos que marcará el curso de una temporada que ya jugueteaba con el precipicio. Y aún estamos en diciembre…
Dicho esto, me quería detener en la actitud irresponsable e infantil de Piqué, el futbolista con más complejos de la histórica y centenaria rivalidad Real Madrid-Barcelona. Su obsesión con la entidad de Concha Espina no tiene explicación ninguna. Ni defensa. Sus gracias son estúpidas y groseras. Para su fortuna, Gerard ha coincidido con la mejor generación de futbolistas de siempre del club azulgrana y, gracias a ello, los trofeos ya no le entran ni en el jardín de su mansión. ¿A qué viene tener las 24 horas del día al Real Madrid en sus rezos? ¿Tan complicado es disfrutar del gozo propio y olvidarse de la desgracia ajena? Su tuit de anoche, con emoticonos llorando de la risa cuando supo de la gravísima infracción de los blancos, es de una bajeza moral imperdonable, viniendo de un tipo que ha recibido una educación de pago y que, además, presume de tener un coeficiente de superdotado.
Piqué lleva demasiado tiempo rebasando límites y códigos sagrados y, quizás, ya ha llegado el momento de que alguien le ponga en su sitio. ¿Qué tendrá que decir Del Bosque, uno de sus grandes defensores, al respecto de su innecesario (una vez más) menosprecio de anoche? Será interesante saber la opinión de un seleccionador que tiene en su vestuario a su primer enemigo. ¿Y el Real Madrid? ¿Seguirá Florentino diciendo que le cae bien el defensa catalán? Alguien debe dar por fin un golpe en la mesa. Cada cual en su casa y Dios en la todos. Y el hogar de Piqué no está, ni mucho menos, en la capital de España.
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