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La transformación de Arabia Saudí

La transformación de Arabia Saudí
Jorge Cachinero el

 

“Reputación y generación de valor en el siglo XXI” (LIBRO) por Jorge Cachinero en libros.com

Arabia Saudí se encuentra en un momento decisivo de su corta historia como nación, desde que fue creada en 1932, y sus dirigentes quieren afrontarlo como una oportunidad para avanzar de una forma clara y significativa.

La evolución del país durante los últimos ochenta y cinco años es notable.

En sólo dos generaciones, Arabia Saudí ha pasado de 37 años a 70 años de expectativa de vida media para sus ciudadanos y ha abandonado índices muy bajos de supervivencia para sus bebés al dotarse de un sistema universal de salud. En una sola generación, la educación en Arabia Saudí se catapultó desde el 5% de su población que disfrutó de ella, entonces, a la educación para todos, ahora. En 1960, las niñas de Arabia Saudí no asistían a la escuela y, hoy en día, el 55% de todos los nuevos graduados universitarios son mujeres. Arabia Saudí ha pasado de ser un país en el que su rey distribuía y pagaba en monedas de plata, directa y manualmente, sus compromisos como estado a contar, hoy, con un presupuesto anual nacional para asignar y controlar sus gastos.

La oportunidad para continuar con la transformación de la nación es también obvia.

En junio de 2017, el rey Salman cesó a su sobrino, el príncipe Muhammad bin Nayef (conocido popularmente como MBN) -nieto del rey Abdulaziz, fundador del país y su primer monarca- de todos sus cargos, incluyendo su condición de príncipe real y heredero al trono, para nombrar a Muhammad bin Salman (conocido popularmente como MBS), su hijo, como príncipe real, heredero aparente al trono, primer viceprimer ministro, ministro de defensa y presidente del Consejo Económico y para el Desarrollo del país, a la edad, en el momento de aquel nombramiento, de 31 años.

Arabia Saudí, al igual que su nuevo príncipe heredero, es un país joven ya que el 77% de la población es menor de 30 años. Además, en consonancia con esta juventud de la población, y a modo de ejemplo sintomático, Arabia Saudí es el país del mundo con los índices de mayor uso de redes sociales del mundo.

Además, el nuevo príncipe heredero, MBS, quiere aprovechar esta oportunidad para dar un salto en el modelo económico del país y en la imbricación de Arabia Saudí en el mundo en torno a tres aspiraciones: abandonar la dependencia económica del petróleo y del gas; convertirse en una potencia estratégicamente central entre China y Europa; y, finalmente, hacer del islam una religión compatible con el resto del mundo.

En definitiva, Arabia Saudí quiere acabar, si eso fuera posible, con la percepción que sobre ella existe en el mundo como una nación de rigorismo religioso y cambiarla por otra asociada a los atributos de la innovación.

Las exigencias para abordar los cambios no sólo tienen razones de carácter doméstico.

Así, mientras el mundo está plenamente embarcando en la que el World Economic Forum (WEF) ha denominado como “La 4ª Revolución Industrial”, MBS y el gobierno de Arabia Saudí están persuadidos de que su país debe afrontar la segunda era de desarrollo económico nacional desde su creación como nación. Para ello, creen contar, por un lado, con el apoyo de las generaciones más jóvenes y quieren movilizar, por otro lado, sus recursos, todavía provenientes de la explotación de combustibles fósiles, para diseñar un futuro como inversores internacionales grandes y diversificados antes de que el petróleo deje de ser una fuente comercializable de energía.

Una parte sustancial de los recursos necesarios para dicha transformación provendrán de la flotación en los mercados financieros, durante 2018, de la sociedad estatal que gestiona el negocio del petróleo y del gas en Arabia Saudí –Saudi Aramco-: su salida a los mercados sigue adelante con la expectativa de levantar USD $100 billions.

Estos planes sólo están pendientes de la decisión sobre si esta búsqueda de financiación externa se realizará exclusivamente en Arabia Saudí o, también, en los mercados financieros de Londres y de los Estados Unidos (EE.UU.). Todavía quedan por evaluar los pasivos legales que pudieran derivarse de una salida a bolsa en los EE.UU., a la vista de los juicios y de las demandas presentadas en los tribunales de este país contra Arabia Saudí en relación con su supuesta colusión con los organizadores y con los financiadores de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001 contra los EE.UU.

Para todo ello, Arabia Saudí aprobó el llamado Programa de Transformación Nacional 2020 para dotar a la gestión del país de los elementos de transparencia, de eficiencia y de rendición de cuentas de los que hoy que carece. De hecho, el desencadenamiento a finales de 2017 de una campaña llamativa contra la corrupción dentro del país, incluyendo la detención pública y notoria de importantes hombres de negocio y de miembros de la familia real saudí -que fueron retenidos durante días en el Four Seasons Ritz-Carlton de Riyadh-, estaba dirigida a mandar un mensaje creíble a las clases dirigentes como a los ciudadanos del país sobre la importancia que MBS otorga al necesario cambio de determinados comportamientos.

Las dificultades, internas y externas, para conseguir los objetivos del Programa 2020 son ya más que evidentes. Por ello, el gobierno saudí está revisando sus objetivos finales, inicialmente marcados, porque, aunque el gobierno piensa que el país está avanzando en la dirección correcta, también cree que aquéllos eran demasiado ambiciosos.

Sin embargo, los retos más complejos para Arabia Saudí provienen hoy de su política exterior, fundamentalmente, de sus ambiciones regionales frente a las de sus rivales.

 

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