“Si hay un partido constitucionalista en este país y en este sistema político, es el PSOE”. Así habló Sánchez en el Congreso, travestido en el Zaratustra de Nietzsche, el sabio supremo que bajó de su recogimiento para anunciar la muerte de Dios y el nacimiento del Superhombre a “la vaca multicolor”, como llamó al pueblo.
El candidato, cual reencarnación de aquel Superhombre para quien la vida es voluntad de poder, se ha permitido retóricamente poner en duda que entre los allí presentes hubiera defensores de la Constitución. Erigido el pedestal, enseguida resolvió la incertidumbre anunciando que hay uno: el suyo. ¿Pero realmente será el socialista su partido?
De este personaje, volcado durante cinco meses a cincelar su efigie presidencial ajeno a todo lo demás, desde sus propios votantes hasta los problemas y aspiraciones de cincuenta millones de ciudadanos, cualquier cosa cabría esperar, pero esto ha sido demasiado.
En el colmo de los colmos se presentó ayer en el hemiciclo repartiendo estopa a diestro y siniestro para dejar bien claro ante los televidentes dónde anida el macho alfa, el superhombre que precisa hoy la Nación: en el Partido Sanchista. ¿Cómo va a pasar por socialista un sujeto sin ideología, sin más fe de la que profesa en su propia figura?
Sánchez sigue las máximas que en la China de los llamados Reinos Combatientes escribieron personajes diversos bajo la firma de Sun Tzu. Veintitantos siglos después, algunas de ellas fueron parafraseadas y llevadas a término por Mao Zedong, el del Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural que consagró el culto a su persona en la China comunista.
“La guerra se basa en el engaño. Desplázate cuando te convenga y crea cambios de situación dispersando o concentrando tus fuerzas”. Así dice una de ellas, y así ha obrado el candidato autoproclamado que acabará haciendo bueno a aquel otro desdichado correligionario que nos sumió en la crisis que costó cuatro años de esfuerzo, sudor y lágrimas revertir. Se llama Rodríguez Zapatero, ¿recuerdan? Ahora zascandilea en Venezuela. Pobres gentes…
La mentira elevada al nivel del arte, la falta de escrúpulos, la egolatría y la carencia de principios son hoy monedas en curso que presagian la campaña electoral más hosca de la Historia española, animada por la zafia manipulación de la televisión gubernamental. Al tiempo.
Su final, allá por noviembre, puede no ser en el que confía este hombre que parece haber hecho suya aquello de “O César o nada”. Era el lema que César Borgia llevaba en sus armas.
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