Dicen que cuando el actor Brad Pitt pasó un fin de semana junto con Anjelina Jolie en el hotel Marqués de Riscal se quedó tan fascinado con la obra del maestro Frank O. Gehry y con los vinos de las bodegas Riscal que prometió amor eterno a la entonces esposa y madre de sus hijos sin poder imaginar que años después aquella pasión se convertiría en una dolorosa ruptura de la que poco o nada han querido hablar desde entonces. Realmente el apasionado por la arquitectura siempre fue el bueno de Pitt de quien se podría decir que, al igual que los buenos caldos, mejora con el paso de los años dejando de ser un muñeco de Hollywood para lucir hoy como un hombre bastante interesante a quien de momento nadie le ha robado el corazón. Seguramente porque es muy difícil ponerse en el mismo plano de una Jolie que volvió a triunfar en la última alfombra negra de los Globos de Oro y porque además el actor llega con una legión de niños a los que aún hay que criar. el caso es que en el hotel de Riscal siguen recordando con cariño esa estancia que fue la primera de una larguísima lista de huéspedes vip que han llenado en el 2017 las habitaciones instalaciones de estas bodegas que tiene hasta un spa a base de vinoterapia y un cocinero con estrella Michellin que sólo es comparable en calidad a las sábanas de algodón o hilo que todos buscan la etiqueta para poder comprar en cuanto vuelvan a sus casas. Lo cierto es que en 2017 ya se sabe que más de 100.000 personas han pasado por estas instalaciones multiplicando por 20 la cifra de que había antes de la creación de este hotel-museo que es hoy santo y seña de la ciudad del vino. Una inversión millonaria que sin duda ya recibe los mejores frutos y que recomiendo visitar, aunque sólo sea para admirar la obra, al menos una vez en la vida. Aunque, para ser sincera, creo que a La Rioja habría que ir sino todos los meses sí todos los años. Sin hoteles con pulserita y manipuladores de altavoz y con una calidad gastronómica insuperable, la región es simplemente la pera. Y está en España.