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Jugando a ser Dios

Pilar Quijadael

 

Mañana se estrena “Proyecto Nim” un documental que narra la vida de un chimpancé que hasta los cinco años se crió exclusivamente en compañía de los humanos, de quienes ha aprendido incluso a comunicarse en el lenguaje de los signos. Después es devuelto a su lugar de origen, una reserva para primates, donde vivirá en una jaula con sus congéneres que ahora son extraños para él. Dirigido por el James Marsh, ganador de un oscar en 2008, la cinta suscita la pregunta de si es lícito jugar a ser Dios sin medir las consecuencias

Nim es el nombre de un chimpancé que, en la década de los 70, se convirtió en el centro de un experimento científico muy famoso. El psicólogo Herbert S. Terrace, de la Universidad de Columbia dirigió una investigación que tenía como objetivo enseñar a un chimpancé el lenguaje de signos y ver si era capaz de seguir las reglas gramaticales para formar oraciones y utilizarlo para comunicarse de forma declarativa, es decir, para contar lo que estaba pensado, más allá de la mera expresión de deseos (quiero un plátano). El chimpancé fue bautizado como Nim Chimpsky, como un juego de palabras en alusión a Noam Chomsky, un famoso lingüista estadounidense que sostiene que nuestro cerebro es el único que está capacitado para aprender y desarrollar el lenguaje.

La historia “personal” de Nim, al margen de su contribución a la ciencia, ha sido llevada a la gran pantalla por James Marsh, que ganó con ella el Premio al Mejor Documental en el Festival de Sundance. Marsh fue galardonado con un Oscar en 2008 por su documental “Man n Wire”, también premiado entonces en Sundance, que narra cómo el equilibrista Philippe Petit cruzó la distancia que separaba las hoy desaparecidas torres gemelas (entonces en construcción) a 400 metros sobre el suelo. Sin duda, Marsh elige siempre historias impactantes.

Si la historia de Phillippe Petit narrada por Marsh fue una aventura, la vida de Nim se convierte, en manos de este director, en una muestra de lo que nuestra especie puede hacer cuando pretende “jugar a ser Dios” sin medir las consecuencias. Cuando tenía dos semanas, Nim fue “adoptado” por una familia humana y criado como un niño y entre niños, sin contacto como otros chimpancés. Se pretendía de él que pasara a la historia aportando datos sobre el controvertido tema de la capacidad de nuestros parientes más próximos, los chimpancés, para utilizar el lenguaje de los signos y comunicarse.

De vuelta a “casa”

Pero su crianza humana no impidió que sus comportamientos instintivos afloraran y le pusieran en situaciones comprometidas a él y peligrosas para sus cuidadores. Cuando llegó a la la edad de la adolescencia para un chimpancé, Nim tenía ya la fuerza equivalente a varios hombres. En alguna ocasión atacó a sus cuidadores e hicieron falta varias personas para reducirle. “Nadie tiene un chimpancé después de que haya cumplido 5 años”, asegura en el documental Terrace, el científico para que el que Nim “trabajaba”.

Una vez cumplida su misión para la ciencia -aportar datos-, se decidió que Nim volviera al lugar donde nació para vivir en una jaula. Un paso que le llevó del supuesto paraíso al infierno. ¿Es lícito sacar a un animal de su medio natural, criarle sin contacto con sus congéneres, intentando que aprenda costumbres “humanas” y devolverle después a su vida anterior con otros miembros de su especie, que ahora son unos compañeros extraños para él? Ahí surge el dilema que intenta plantear el documental más allá de los puros datos científicos.

La reacción de Terrace no se hizo esperar cuando el documental se estrenó en Estados Unidos, en 2011. El científico señaló que la cinta omite datos importantes, como los resultados del experimento. Se trataba de ver, dice, “qué nos pueden decir los chimpancés sobre la evolución del lenguaje. El objetivo del proyecto fue determinar si un primate no humano podría aprender la esencia del lenguaje humano: el uso de reglas gramaticales para crear significados particulares”. Cuando Nim tenía 5 años, Terrace ya había recogido todos los datos que necesitaba para su proyecto, por lo que decidió devolverle a su lugar de origen para que pudiera vivir entre los suyos, argumenta.

¿Se comunicaba por signos?

Y cuáles fueron las conclusiones del estudio, que no ofrece el documental. En un principio Terrace pensó que, en efecto, Nim había aprendido a comunicarse mediante el lenguaje de los signos. Pero después de ver docenas de veces las imágenes grabadas del chimpacé hablando en el leguaje de los sordos, Terrace advirtió un día que el uso que hacía Nim de los signos era puramente funcional. ¿Qué significa eso? Que los utilizaba para conseguir lo que quería, independientemente del significado real del signo.

Nim Había aprendido que antes de recibir un plátano tenía que hacer un determinado gesto y lo hacía. Para Terrace esto no es un uso “humano” del lenguaje. Nim nunca comunicaba sus intenciones por medio de signos. Sólo pedía cosas. O mejor dicho sólo obtenía cosas por medio del lenguaje, igual que otros animales, como ratas o palomas, habían aprendido a obtenerlas en el laboratorio accionando una palanca. Aunque, en defensa de Nim hay que decir que, según muestra el documental, él había llegado a crear algunos signos por su cuenta, como aplaudir para decir que quería jugar.

 El proyecto Nim no fue el primer experimento en esa línea. Unos años antes, en 1966, una hembra de chimpancé llamada Washoe, fue “reclutada” para un experimento de las mismas características. Los resultados no fueron concluyentes tampoco. Y eso a pesar de que Washoe fue capaz de enseñar algunos de los signos que ella había aprendido a su hijo adoptivo Loulis. Después siguieron otros primates no humanos (otros chimpacés, bonobos -un pariente muy cercano del chimpacé-, gorilas y orangutanes) para aportar su granito de arena al tan controvertido tema de la comunicación animal.   

Y es que, algunos científicos, como el primatólogo Roger Fouts, creían que un chimpancé -que comparte con nuestra especie más del 98% de su genoma- criado en un entorno humano y adiestrado en el uso del lenguaje de los sordos, podría aportar datos sobre cómo los adquirimos y usamos el lenguaje, la cualidad que se supone más humana. Pero viendo este documental, y las peripecias de Nim, no es difícil plantearse que el uso del lenguaje es una cualidad necesaria, pero no suficiente, para ser considerado “humano”.

Aquí puedes ver un anticipo del documental que se estrena mañana.

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