Durante la edad de hielo, las bajas temperaturas permitieron a los mamuts lanudos ampliar su área de distribución, alcanzando el sur de la Península ibérica. La turbera del pueblo granadino de Padul es el punto más meridional de Europa donde se han hallado restos de estos animales, que llegaron al continente procedentes de Siberia hace unos 200.000 años y desaparecieron hace unos 4.000. Las temperaturas medias de la zona, entre los 9 y los 11 grados (unos cuatro grados inferiores a las actuales) constituían un refugio para la vegetación y la fauna cuando el frío arreciaba.
No vivían allí permanentemente, pero cuando el frío arreciaba y la comida escaseaba, los mamuts lanudos ponían rumbo a la turbera de Padul, procedentes otros lugares situados más al oeste, en busca de alimento. Allí las temperaturas eran algo más suaves y podían disponer de vegetación para alimentarse, según un estudio en el que ha participado el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), publicado en la revista “Quaternary Science Rewiews”.
“Lo que ha corroborado nuestra investigación es que estos animales no vivían de forma permanente en la turbera, sino hacia el suroeste de la península, unos 200 kilómetros al oeste de Padul, como mínimo. Puntualmente, cuando había condiciones más extremas, áridas y frías, migraban a la turbera, donde las condiciones eran más benévolas“, comenta el investigador del CSIC Antonio García‐Alix, del Instituto Andaluz de Ciencias de la Tierra, coautor del estudio. Temperaturas entre 9 y 11 grados y un mayor grado de humedad permitía crecer a las plantas que servían de alimento a estos gigantescos paquidermos y otros animales, cuyos restos han aflorado en la zona.
Foto: Elvira Martín Suárez
¿Cómo han llegado los investigadores a esta conclusión? Analizando los restos fósiles de dientes y huesos de los mamuts. “En los fósiles se puede estudiar una fracción orgánica y otra inorgánica. Los dientes, mejor preservados, están compuestos por hidroxiapatito fundamentalmente, la fracción inórganica. Se estudia la composición isótopica de carbonato y fosfato. Y con la cantidad de distintos isótopos en una sustancia, por ejemplo con el oxígeno del fosfato, podemos reconstruir la composición isotópica del agua que bebían los mamuts hace 40.000 años, y de ahí podemos deducir la paleotemperatura de la zona. En el caso de los huesos, estudiamos la fracción orgánica, el colágeno, y nos da idea de la paleodieta”, explica García-Alix. Estos estudios con isótopos les han permitido saber que los mamuts lanudos no habitaban de forma continuada en Padul.
Una conclusión a la que han llegado basándose en los estudios previos que han permitido conocer las características climáticas y de vegetación de la turbera de Padul hace 40.000 años, que era un humedal de mayor extensión que el actual, castigado por los drenajes para la agricultura y la extracción de turba. En esa época y hasta hace 30.000 años, hubo periodos especialmente fríos y áridos que hicieron que muchos icebergs se desprendieran de Groenlancia y llegaran hasta las costas atlánticas de la Península.
Los grandes mamíferos, como los elefantes o los extintos mamuts lanudos, necesitan grandes cantidades de agua y comida fresca a diario, lo que deja una señal isotópica en sus tejidos capaz de dar pistas sobre las condiciones climáticas de la época en la que vivieron. “Los dientes de los mamuts lanudos crecían durante toda su vida y generaban nuevas laminillas de esmalte según pasaban los años. Así, podemos identificar diferentes composiciones isotópicas muestreando en distintos puntos de los molares, lo que nos permite hacernos una idea de las variaciones ambientales que se producían a lo largo de la vida del animal”, aclara García‐Alix.
Los restos empleados en esta investigación se encuentran expuestos en el Museo Arqueológico de Granada, en el Parque de las Ciencias de Granada y en el museo del Departamento de Estratigrafía y Paleontología de la Universidad de Granada, institución que también ha colaborado en el estudio.
El equipo al que pertenece García-Alix está ahora interesado la otra fauna que aflora en la turbera, los restos de caballos y bisontes para saber si vivían allí o como los mamuts lanudos, sólo se refugiaban temporalmente, lo que convertiría a Padul en un paleorefugio natural de fauna. De momento, ya tienen concedido un proyecto para estudiar el cambio climático en el sur de la Península mediante estudios isotópicos en micromamíferos fósiles.
Otros temas Pilar Quijadael