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SUGERENCIAS PARA REDUCIR LA DESIGUALDAD

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Por José Villaverde Castro – Catedrático de Fundamentos del Análisis Económico. Universidad de Cantabria

 

La desigualdad, sea de tipo que fuere, siempre ha estado con nosotros y, probablemente, siempre estará. En sí misma no es preocupante e incluso puede llegar a ser estimulante. Lo preocupante es que alcance niveles muy elevados, algo que, a todas luces, sucede en nuestros días con la desigualdad económica.

Luchar contra la misma es una tarea compleja. Tradicionalmente, las estrategias descansaban en la adopción de políticas expansivas de demanda, en la intervención directa del Estado en la economía, en la regulación de la negociación colectiva, y en la aplicación de una política fiscal sustentada en impuestos progresivos. En la actualidad existe, creo yo, un amplio consenso acerca de que estas estrategias (quizás con la exclusión de la segunda en sus manifestaciones más extremas) siguen siendo válidas, por lo que habría que seguir apostando por ellas de forma decidida. Lamentablemente, en Europa y España esto no se hace, no al menos en la medida en que numerosos analistas consideran necesario.

En todo caso, existe también un consenso bastante amplio en que –debido a la globalización y al progreso tecnológico- tales medidas, por sí solas, serían insuficientes para que se produjera una reducción significativa de la desigualdad, salvo que se aplicaran en dosis quizás demasiado fuertes. Por eso se aboga por combinarlas con otras medidas que, en la terminología de Jacob Hacker, un politólogo de la Universidad de Yale, podrían calificarse de predistributivas.  Con ellas, lo que se pretende es poner el acento en reformas que promuevan una más equilibrada distribución del poder económico y de sus recompensas, incluso antes de que los gobiernos recauden sus impuestos y ejecuten sus políticas de gastos. No se trata, por lo tanto, de abjurar del mercado sino de hacerlo más equitativo; de que produzca resultados que sean considerados socialmente más justos.

Las políticas de naturaleza predistributiva podrían aplicarse en casi todos los ámbitos de la actividad económica, pero hay algunos en los que sus resultados serían, a priori, bastante potentes. Si el objetivo básico es el de reducir la desigualdad, la elevación del nivel de renta de los que lo tienen más bajo sería fundamental, para lo que la adopción de medidas (políticas educativas) para incrementar su grado de capacitación profesional y personal serían absolutamente necesarias. En este mismo orden de cosas, pero fijando la atención en los dos extremos de la distribución de la renta, sería aconsejable llevar a cabo reformas de carácter corporativo (por ejemplo, otorgando más poder negociador a sindicatos responsables y sensatos) para que la ratio entre retribuciones máximas y mínimas se mantuviera dentro de límites razonables: la existencia de salarios mínimos decentes y la limitación de la política de bonus y otros elementos similares para altos directivos (que en ocasiones los obtienen incluso cuando no alcanzan, ni de lejos, los objetivos establecidos) serían, en este caso, medidas muy aconsejables.

En un ámbito más general, las reformas de los mercados (de productos, capitales, servicios, …) deberían implementarse para hacer que estos fueran más competitivos y que, por lo tanto, diesen lugar a precios más reducidos en bienes y servicios que afectan de forma desproporcionada la capacidad de compra de los más débiles. Se trata de que exista menos pero mejor regulación, pues sólo así la competencia florecerá, con sus benéficos resultados en materia de eficiencia y de equidad.

La verdadera integración de colectivos tales como inmigrantes, jóvenes y mujeres en el mercado laboral, y la lucha contra todo tipo de discriminación constituye, asimismo, otro ámbito de las estrategias predistributivas en el que parece que es absolutamente necesario profundizar, máxime cuando la situación actual va no solo en contra de la equidad sino, también, de la eficiencia.

En definitiva, que sólo con la conjunción de políticas predistributivas como las mencionadas (y muchas otras) y redistributivas, tomadas en la medida de lo posible a escala internacional, estaremos en condiciones de frenar el aumento de la desigualdad. Aun así, esto será muy difícil, pues los vientos globalizadores y tecnológicos empujan con fuerza en la dirección contraria.

“La riqueza de las regiones” constituye un instrumento de comunicación e intercambio de ideas promovido por Asociación Española de Ciencia Regional (AECR). Para más información sobre la actividad de AECR visite su Página Web o síganos en FacebookLinkedin y/o Twitter.

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