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La Unión Europea, socia de Asia

La Unión Europea, socia de Asia
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“Reputación y generación de valor en el siglo XXI” (LIBRO) por Jorge Cachinero en libros.com

El Producto Interior Bruto (PIB) de Asia representa ya más del 60% de la economía del mundo, de acuerdo con el “Asian Development Outlook 2016. Asia’s Potential Growth” del Asian Development Bank (ADB).

Este indicador seguirá incrementándose, por lo menos, hasta 2050.

Las tasas de crecimiento de las economías de Asia -en dobles dígitos hasta hace bien poco y en torno al 6% o al 7% en la actualidad- han sacado a 800 millones de personas de la pobreza y han generado, por tanto, un aumento espectacular de las clases medias en esa región durante los últimos veinte años.

En el momento presente, el 60% de la población y del comercio mundiales se sitúan o tienen su origen en Asia y en Europa y el 40% de todo el comercio de la Unión Europea (UE) se dirige hacia el continente asiático.

Todo ello sucede en territorios que albergan a algunas de las más grandes potencias económicas del planeta como son Japón, China o India.

A los factores derivados de las dimensiones económicas, geográficas o demográficas de Asia, en el caso de India, en particular, la pendiente de su curva de crecimiento, con forma de hockey stick, hace presumir que superará a China como potencia económica retadora al liderazgo económico mundial de los Estados Unidos (EE.UU.) en un futuro no tan lejano.

Simultáneamente, Asia es un territorio en el que se manifiestan algunos de los problemas de seguridad más complejos del mundo actual y del que está por venir.

Corea del Norte pugna, frente a la voluntad de la comunidad internacional, por obtener el acceso a la capacidad de fabricación masiva y de proyección de armamento nuclear.

China disputa con sus vecinos y con los EE.UU. la construcción y la jurisdicción sobre el crecimiento artificial de las islas del Mar de la China Meridional.

Dada su ubicación fronteriza con Irán, con China y con el Cáucaso de influencia y de interés estratégico para Rusia y al estar situado muy próximo a India, en Afganistán se manifiestan nuevas versiones del Great Game: el 93% de la heroína del mundo es de origen afgano y este país es refugio del terrorismo yihadista, ya sea en versión Al-Qaeda o en versión Daesh.

Asia alberga al mayor contingente de población musulmana del mundo, es decir, el 60% del total. De hecho, en Asia habitan más musulmanes que en Arabia Saudí: son 900 millones frente a los 35 millones del reino de los Saud.

El territorio entre Asia y Europa se encuentra salpicado de zonas de caos y de conflicto provocados por el islamismo radical, aunque en el continente asiático también existen países con regímenes islámicos considerados como moderados.

Por último, Asia sufre de otro tipo de problemas universales que generan inseguridad como son el tráfico de seres humanos, la piratería y el cíber riesgo.

Todo este panorama se produce en mitad de cambios tectónicos en la escena internacional perfectamente representados por la elección del presidente Trump y por la irresolución, todavía, del bucle en el que el Reino Unido se aventuró al votar en favor de la salida de su país de la UE el mes de junio de 2016.

La UE es bien consciente de esta paradoja de seguridad y económica en la que vive Asia a la vista de la importancia creciente que le está prestando desde sus instituciones.

En términos prácticos, dicha paradoja se manifiesta en la ausencia, por una parte, de una estructura de seguridad regional y la existencia de una gran competencia entre potencias nacionales dentro del continente y por la realidad, por otra parte, de un volumen comercial entre la UE y Asia por valor de €1.4 trillones anuales, cuando, por comparación, el comercio entre la UE y los EE.UU. es de €609 billones.

En este momento, Asia cree que, a la vez que crece su importancia para el mundo, especialmente, para Europa, los intereses de los EE.UU. en dicho continente pasarán del comercio -como muestra su salida del Acuerdo Transpacífico de Cooperación o Trans-Pacific Partnership (TPP), su nombre original en inglés- a la seguridad.

Esto sería así, especialmente, si se confirmara la aparente inclinación del presidente Trump por entender las relaciones internacionales, también, en Asia, como una sucesión de acuerdos y de transacciones bilaterales de suma cero.

Irónicamente, es precisamente lo que ha estado haciendo Europa en Asia durante años.

Mientras el “pivot to Asia” del ex presidente Obama nunca llegó a materializarse, Europa nunca se marchó de Asia.

Europa no es, sin duda, un poder asiático, como los EE.UU. y Rusia se reclaman. Sin embargo, es y puede seguir siendo un socio confiable y de largo plazo de Asia para mantener y ampliar un comercio “free and fair” entre ambos continentes.

 

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