Imaginemos en España una huelga de guionistas. Dudo mucho que hubiera peligrado la Nochevieja televisiva (que ni son los Globos ni una noche de Letterman). Por ejemplo, qué diálogos los de Marina y Roberto previos a las campanadas (o lo que fueran) en Zaragoza. Y leyendo el guión (en tarjetones), a la manera de Pepe Navarro. Quiero decir que lo que soltaron se lo podrían haber escrito ellos mismos.
Y qué pintas. Claro que Iker Lastra (¿pero quién demonios es Iker Lastra? ¿Qué salga en Herederos, y encima no sea el guapo, es suficiente para que aparezca por todos lados?), decía que Iker Lastra también llevaba uno de esos fajines color vino (o así). Pero la más, la más, la más fue Anne Igartiburu. Su tercera vez, y ya una profesional como la capa de un pino. Ha superado el numerazo del primer año cuando llevaba el traje de encaje de Valentino y se le transparentaban las bragas.
Pero esta vez no sólo era el traje de poca tela a lo Cher en los Oscar (se ha desprendido de Ramón García y de la ropa), era la preciosa cara. Yo nunca había visto tan guapa a la Igar (Aigar). También ayuda, es verdad, que le ponga al lado tíos cada vez más feos. Y qué momentazo cuando el Garrido va y saluda a su sobrino Manolito. Sea como sea, sigo pensando que las campanadas hay que verlas en La 1. La única verdadera. Y que no me cambien más el nombre de la cadena. Por cierto, vaya unos platós del espacio (1999) se han puesto en los Telediarios.
Ya cuento las otras campanadas y nocheviejas en el artículo en papel (me tocaron Cuatro, Telecinco y La Sexta), que dejo por aquí. Creo que lo que más me gustó de toda la Nochevieja fue el anuncio de la clase bussines de Air Europa con Messi disfrazado de señora mayor. Seguramente porque no lo había visto. Y casi todo lo demás, sí. Incluidas las cagadas de los empleados del año de Sé lo que hicisteis en 2007. Aunque yo no le habría dado el título a Diego Arrabal por su helicopterada en la boda de Paulina Rubio sino a Carmen Cristino, la más rutilante esbirria de la Hornillos. O a Paqui Peña, que por la tarde en Está pasando andaba en Zaragoza de enviada especial. Ni siquiera eran las seis de la tarde y cuando “el tirantes y la otra” le preguntan qué está pasando, etcétera, va y suelta toda excitada y entusiasmada “A punto de que empiecen las campanadas…”. A punto. Seis horas faltaban. Ésta tampoco necesita guionista para sus melonadas.
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