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Entre Goldfinger y Casablanca

Entre Goldfinger y Casablanca
Partida trucada; juegan dos contra uno, como en las negociaciones por el CGPJ.
Federico Ysart el

En la piscina del hotel Fontainebleau de Miami se juega una partida de cartas trucada, tan trucada como las negociaciones que Sánchez y Casado han abierto para renovar los órganos rectores de instituciones pendientes de renovación. Lo sucedido con el caso de Poder Judicial es clamoroso.

En la tercera película de la serie Bond, James Bond, el villano Goldfinger juega la citada partida con el concurso de una asistente que dirige su juego desde una terraza situada detrás del adversario. Nada que ver con el juego entre caballeros en el que pensaba participar la víctima del fraude, de la añagaza; pura estafa.

Algo así ha sucedido en el encuentro PSOE-PP para proveer el recambio de los vocales del CGPJ, obligado por ley a ser aprobado por una mayoría cualificada que sólo puede obtenerse con el concurso de ambos partidos.

Los sanchistas se pasaron año y pico achacando a los populares su renuencia a entrar el juego. Los populares, con la nariz tapada, pues propugnan volver a la letra de la Constitución, burlada por la ley aludida, aceptan finalmente sentarse a la mesa. Una sola condición: que la negociación sea entre ambos partidos y no frente a la coalición de gobierno. Los votos de Iglesias que Sánchez precisa para mantenerse en La Moncloa son irrelevantes para formar la mayoría de los tres quintos del Congreso.

De mala gana y cruzando los dedos por la espalda, el sanchismo concede, aunque nada bueno presagia el hecho de designar a un alto funcionario del Gobierno, Bolaños, para enfrentarse al secretario del partido popular. De hecho, el PSOE ha acabado confesando que Bolaños negociaba en nombre de los dos socios de la coalición.

La partida comenzó ventilándose de cualquier forma la composición del consejo de RTVE. Pero en la siguiente se hicieron patentes las malas artes al meter en la timba, por la puerta de atrás, al secretario general del PCE, Santiago. Un día después los jugadores levantaron la mesa. La coalición había revocado los principios de acuerdo ya alcanzados.

En las primeras cartas dadas ni Vitoria Rosell ni Ricardo de Prada figuraban entre los candidatos del sanchismo. Bolaños insinuó que con Fernandez Seijo y Espinosa los podemitas podrían darse por satisfechos. Pero en la noche del jueves Goldfinger volvió a poner sobre la mesa los nombres de Rosell y de Prada, dos bazas imposibles. Y echó el resto sobre la mesa vetando al magistrado de la Audiencia Nacional propuesto por el PP Alejandro Abascal. Si el PP veta a los nuestros, nosotros vetamos a los suyos“.

Rosell conculca de forma flagrante el principio de independencia: fue diputada podemita y es alto cargo del gobierno actual. De Prada ha sufrido diversas descalificaciones por su proceder en la aplicación de la justicia, y no sólo por la última machada que sirvió a Sánchez para desalojar a Rajoy del banco azul. En cuanto al vetado Abascal, da la casualidad de que trabaja como juez de refuerzo en el caso Dina.

Mi persona salió raudo por la puerta principal de La Moncloa para en inaudita convocatoria a los periodistas acreditados afirmar que los vetos del PP son inaceptables. Más que a las conferencias de prensa de la serie El Ala Oeste de la Casa Blanca, que Redondo quiso remedar, aquello tuvo un aire tan grotesco como el “Qué escándalo, he descubierto que aquí se juega” que en la otra Casablanca el inspector Renault espeta a Rick Bogart antes de recoger el sobre de cada día.

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