Sin presupuesto ni votos entre sus socios y frente a un compromiso imperativo de dedicar más de treinta y seis mil millones a la defensa conjunta europea, un primer ministro sensato se abriría a la única solución sensata que tiene delante. Alemania se lo está poniendo delante de sus narices, pero Sánchez vive en otra galaxia, el insensato.
Entretenido en liquidar sin prisa ni pausa el Estado -por mucho que se esfuerce, el país seguirá adelante-, se hace menesteroso para que la Unión mutualice la deuda que ha de asumir entre sus miembros y, como le han mandado a paseo, pide un préstamo para que pague el siguiente.
Está metido en una encrucijada de difícil salida. Su objetivo máximo, la permanencia en el poder, se cuartea desde dentro como era previsible dada la catadura de sus soportes. El trípode en que se apoya, secesionistas, comunistas y minorías marginales, tiembla ante cada paso que da.
El sanchismo, el movimiento que remunera con cargo al Estado, comienza a verse rodeado de vacío dentro del PSOE. El secuestro de las señas de identidad de la socialdemocracia que gobernó dos décadas y pico este país, lo pagará muy caro. Sus huestes lo dejarán solo, como lo echaron a la calle en el congreso federal de hace nueve años, el de la urna trampa.
Ímprobos esfuerzos le costará derribar el muro que levantó hace dos años para dividir a los españoles en progresistas y fachas. La polarización que ha cultivado a diario con singular atención no le facilitará recabar apoyos a los de enfrente. Por pasiva, los de VOX ya los tiene; ha sido un colaborador eficaz contra la mayoría popular. Pero precisamente es en ésta donde está la clave para salir de la encrucijada.
Las últimas estrellas del PSOE, los únicos que ganaron y ganan mayorías absolutas, el expresidente González y el presidente García Lage, podrían servir de guías al ciego, naturalmente siempre que el ciego cayese en cuenta de que no ve, cuestión bastante improbable por el momento.
Tendrá que venir el amigo americano de Abascal, asolar nuestros olivares, viñedos y Dios sabe cuántas cosas a base de aranceles, llevarse a Marruecos la base de Rota, y repetir con Ceuta y Melilla la jugada del Sahara, para que comience a temblar el misterio.
Lamentablemente quizá vaya por ahí la salida de la encrucijada.
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