Javier Esteban
El parón de las competiciones de Escuelas Católicas de Madrid, además de para descansar, sirve para abrir nuevos horizontes y descubrir que el deporte no sólo se circunscribe al fútbol, baloncesto o voleibol. Por todo el mundo hay deportes casi desconocidos. Este es el caso del kinball en España. Se trata de un deporte por equipos creado por un profesor de educación física de Canadá, con el fin de eliminar los individualismos y fomentar la interacción positiva y la cooperación entre los miembros de cada equipo.
Surge en Canadá en 1986 y se practica en países como Japón o Francia, llegando incluso a existir en Quebec (Canadá) jugadores que son profesionales del mismo y viven de practicarlo. En España hay ligas de este deporte distribuidas por nueve comunidades autónomas, promovidas por la Asociación Española de Kinball, ya que no hay federación, pues el Consejo Superior de Deportes no ha reconocido a este deporte. La Federación Internacional de Kin-Ball cuenta con 3,8 millones de participantes, principalmente de Canadá, Japón, Bélgica, Francia, Suiza, España y Malasia.
A pesar de no tener federación, en Madrid existe una liga desde hace cuatro años, con siete equipos actualmente, uno de los cuales, el KCB, quedó subcampeón, tras el equipo anfitrión, del campeonato de España de clubes celebrado en Asturias en 2007. Además, ese mismo año también se disputó el Campeonato del Mundo en Bilbao.
¿Cuáles son los secretos que han promovido la rápida implantación de este deporte en España? Uno de los puntos que favorecen la práctica del kin-ball es lo limitado del campo, pues las dimensiones de la cancha, 20 por 20 metros, ocupan como medio campo de futsal. Otro punto destacadísimo, y más en la época de la paridad que vivimos, es que se practica de forma mixta y obliga a que siempre haya personas de ambos sexos en pista por parte de un mismo equipo.
No obstante, existen otros aspectos que hacen esta disciplina muy diferente del resto de los deportes de equipo y por ende muy atractiva para los jugadores. Entre esos aspectos diferenciadores está el hecho de que juegan tres equipos a la vez en la misma pista, el rosa, el gris y el negro, cada uno de ellos formados por cuatro personas.
Otro aspecto diferenciador, y a la par interesante, es la situación de que siempre hay un equipo que ataca y que tiene que hacerlo al que va por delante en el marcador o al que va inmediatamente por detrás, mientras que el otro que no interviene en ese binomio ataque-defensa suma los puntos del que gana, evitándose así grandes diferencias en los marcadores y abusos contra el más débil.
También es primordial la rapidez y el dinamismo del juego generados porque el equipo que ataca dispone de tan sólo diez segundos para preparar y efectuar el ataque, evitando la ralentización del mismo y el aburrimiento de los espectadores. El ataque consiste en golpear la pelota, la gran esfera de 1.22 metros de diámetro y 1 kilo de peso, con cualquier parte del cuerpo de la cintura para arriba con la intención de que caiga a más de 1.86 metros de distancia del atacante y toque el suelo sin que la haya interceptado el equipo defensor.
Este puede utilizar para la defensa cualquier parte del cuerpo desde los pies a la cabeza y la recepción del ataque adversario es muy importante, ya que sirve para defender y para construir el propio ataque de la manera más eficaz, tal como ocurre en deportes como el voleibol o el tenis, pero en este caso sin la existencia de red que separe a los conjuntos.
Todo lo anterior anima a practicar y presenciar este incipiente deporte con intención de ser olímpico y de hacerse un hueco en la práctica deportiva española. Los lectores que quieran profundizar en él pueden hacerlo en www.kin-ball.es y en www.Kin-ballmadrid.es. Y los que quieran ver la dinámica del juego pueden ver este video
Vestuario Pilar Quijadael