La práctica de ejercicio modifica el material genético de las células musculares en “tiempo real”. Estos cambios, denominados epigenéticos, permiten una mayor disponibilidad de azúcar y grasa para afrontar la actividad física. Aunque se sabía de forma intuitiva, no se conocía el mecanismo por el que “hacemos músculo”, y eso es precisamente lo que acaba de aclarar un grupo de investigadores del instituto Karolinska (Suecia).
Hasta ahora se sabía que el ejercicio estimula la liberación a la sangre de la hormona del crecimiento, y ésta hace que el hígado, a su vez, produzca una proteína parecida a la insulina, llamada IGF-I que facilita que el músculo crezca. ¿Y cómo crece? Eso es lo que acaban de descubrir expertos de la Universidad de Copenhague (Dinamarca) y la Universidad de la Ciudad de Dublín (Irlanda), junto con los del Instituto Karolinska. El hallazgo se publicó el mes pasado en la revista “Cell Metabolism.
«Nuestros músculos son muy plásticos», señala la profesora Juleen Zierath del Departamento de Cirugía y Medicina Molecular del Instituto Karolinska. «A menudo se afirma que de lo que se come se cría. De igual forma, los músculos se adaptan a lo que se hace. Si no se utilizan, se pierden y este es uno de los mecanismos que hacen posible ese efecto». Y al revés, con el uso se fortalecen.
«Se sabe que el ejercicio induce cambios en el músculo, como por ejemplo un aumento del metabolismo del azúcar y las grasas», aclara Zierath.
Pensamos en el ADN como una estructura muy estable, que sólo se modifica mediante cambios o mutaciones de una generación a otra. Sin embargo, desde hace unos años se sabe que la doble hélice que contiene las instrucciones genéticas, puede adaptarse con rapidez a las demandas del entorno. Tan rápido, que se produce en “tiempo real”.
Esta adaptación se logra gracias a modificaciones “superficiales”, que no alteran lo escrito en el ADN, pero sí la forma en que se lee. Para entendernos, equivaldría a algo así como poner tippex en una frase. Pero un tippex especial que luego pueda quitarse. Este tippex biológico son unas moléculas pegajosas, denominadas grupos metilo, que se unen al ADN y tapan parte de las señales que indican cómo fabricar proteínas.
Cuando hacemos ejercicio, lo que ocurre es precisamente lo contrario, quitamos el tippex biológico (grupos metilo) y quedan visibles en el ADN instrucciones. Y los investigadores del instituto sueco han descubierto que los cambios en la metilación son los primeros en producirse después de hacer ejercicio.
Los descubrimientos apuntan a que el ADN de los músculos esqueléticos extraído de una persona que ha realizado un ejercicio durante un periodo de tiempo corto posee menos grupos metilo que antes de comenzar la actividad física. Las alteraciones surgen en zonas que ejercen como espacios de “atraque” para distintas unas moléculas denominadas factores de transcripción, cuya misión es estimular a los genes necesarios para la adaptación de los músculos al ejercicio.
Los investigadores participantes, dirigidos por el Instituto Karolinska (Suecia), evaluaron la influencia del ejercicio físico en el ADN de personas sanas, aunque no habituadas a la actividad. Después extrajeron una muestra de masa muscular y pusieron los músculos a contraerse en placas de Petri. Así descubrieron que había pérdida de grupos metilo y por tanto se podían leer instrucciones genética que permanecían ocultas antes del ejercicio.
Otros temas Pilar Quijadael