El fiscal, la fiscala y su novio celebran el escándalo; una flamante directora de la Guardia Civil cuelga el bastón de mando para asegurarse un sueldo en el Congreso; el tal Bolaños abre cien plazas para nutrir al gobierno de más periodistas y Montero arbitra la dotación presupuestaria correspondiente; por razón similar Tezanos unge como directivo del instituto demoscópico público a un amigo; una vieja amiga de Sánchez cobrará más de cien mil euros como presidenta del Hipódromo de la Zarzuela; y en fin, previsto el cercano desalojo del ejecutivo, el mandamás cuida de que sus ministros, salvo la pobre titular de Justicia, puedan disfrutar en el poder legislativo del pasar hasta ahora gozado. ¿Le dará tiempo a salvar la cara al exjefe de gabinete que se atrevió a imponer como presidente de Correos?
En el Constitucional de Conde-Pumpido, porque hasta ahí ha llegado la ocupación, plantean como gran cuestión el texto de los juramentos o promesas de los parlamentarios y decide, naturalmente, que pueden decir lo que les venga en gana, como los presidentes de las cámaras han venido aceptando sin razón ni sentido.
Y a todo esto, aquel Iglesias Turrión, el de la casta, la gente y el asalto a los cielos, llora “con lágrimas, eso sí, de orgullo” porque ahora nadie quiere cargar con la madre de sus hijos. Realmente, no es el mejor momento para reivindicar nada el día en que el Tribunal Supremo la condena, ni la semana en que su obra, el asalto al Código Penal con el “sí es sí”, recibe el varapalo definitivo del mismo alto tribunal.
Por cierto, ¿no fue la vicepresidenta Díaz cómplice de tal adefesio jurídico y político? ¿Es más, no votó la misma Yolanda Díaz “no” a la reforma posterior para aliviar la ruina de votos con que aquella ley amenazaba? En contra de aquella reforma, y del resto del Gobierno, Yoyo fue del brazo con Belarra, Montero y Garzón, ¿dónde la fundadora del nuevo movimiento ha comprado la bula para cerrar las puertas a Irene mientras ella manda imprimir su faz en las papeletas de Sumar?
La cuestión por aclarar es quién monta el descalzaperros que vive la izquierda extrema, a quién beneficia, etc.
“Espera en orden el desorden del enemigo, aguarda en calma su agitación”, dejó escrito el sabio Sun Tzu, maestro que desde la China del siglo IV (a.C.) ha iluminado los pasos de estrategas, como Julio César, Fernando el Católico y Cortés, Napoleón y los gobernadores del Reino Unido que mantuvieron durante un siglo a la India bajo su imperio.
El protagonismo socio-político que Yoyo disfruta hoy con imperecedera sonrisa -de qué se reirá- y pasmoso fondo de armario, tiene un autor: Sánchez. Seguramente para sacudirse a sus compañeros de viaje haciendo visible su inoperancia.
En fin, apenas abierta la precampaña esto está que arde. Como la locomotora de los Marx en el Oeste. ¡La guerra; traed madera! se desgañitaba Groucho para que Harpo fuera destrozando uno a uno los vagones del convoy.
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