La afirmación no admite matices. Mentira es una palabra cerrada sobre sí misma. Podrá ser adjetivada, mentira piadosa, por ejemplo, para evitar a otro un disgusto, pero mentira seguirá siendo. La verdad circula en sentido opuesto.
Ha sido el refundador del partido socialista español quien ha tachado de mentira la operación sanchista de la quita de las deudas generadas durante años por los gobiernos autonómicos.
“No van a quitar nada de deuda a nadie, es mentira. La vamos a pagar entre todos, de una manera u otra”, dijo ante un numeroso grupo de empresarios en Valencia Y así desmontó la presuntamente ingeniosa ocurrencia de los gurús monclovitas para edulcorar la quita de dieciocho mil millones y pico a la Generalitat catalana, y derramar bendiciones sobre la Andalucía que Montoro pretende reconquistar.
Ante tamaña empresa el expresidente González remitió a la cajera estatal una nota inspirada en el sentido común más elemental: “quien maneja el dinero no puede estar repartiendo fondos y, al mismo tiempo, ser candidata en unas elecciones”.
La añagaza de la manipulación contable de las cuentas autonómicas confirma una vez más la talla ética de un gobierno de simples edecanes de un sujeto sin escrúpulos. Tan grosera es la falacia que ha conseguido despertar a la oposición; los gobiernos populares de la gran mayoría de las Comunidades dejaron ayer plantada a la crupier a la hora de repartir las quitas; las cartas marcadas para garantizar el beneficio de los regidores del casino.
Cómo no iban a ver las señales de la trampa si un somero vistazo sobre el reparto propuesto revela el objetivo de la medida. A ver quién se va a negar a recibir el maná de la quita, dijo el jefe de la troupe; cómo van a explicar que renuncian a quitarse de encima una deuda… Pero la torpeza de los aficionados termina arruinando lo que llevan entre manos.
Montoro, sí la cajera, la crupier, la vicepresidenta embarcada en la reconquista de Andalucía habla de territorios en lugar de comunidades. Esta nueva semántica no es baladí. Los territorios no tienen derechos, obligaciones ni deudas; la deuda recae sobre los ciudadanos, esté alojada en su Comunidad o en la Hacienda nacional.
Hacer pagar a los madrileños, por poner un ejemplo, el despelote provocado en Cataluña por el nacionalismo, con sus embajadas y mediadores internacionales, más que injusto es un insulto a la inteligencia.
Y a la par, un ladrillazo a la concordia nacional.
Política