Un soplo de dignidad barrería la basura sobre la que Sánchez, mantenido por sus cómplices, está corrompiendo nuestra democracia parlamentaria. La gangrena instalada en la superestructura política amenaza el futuro de la sociedad española que la soporta. Para evitar la sepsis que concluya en el fracaso del resto de los órganos vitales, quizá ya no quepa más solución que la de amputar el órgano afectado.
La observación pudiera parecer exagerada, pero es que todo cuanto rodea a este gobierno hiede.
El relato de lo que viene sucediendo en los últimos seis años en torno al primer ministro, los testimonios conocidos, los hechos ya probados y los que penden del tiempo, componen un constructo demasiado sólido como para dejar pasar.
Con la desenvoltura propia de quien carece de más principios que el de su exclusivo interés, la red tejida por Sánchez bajo sus pies es tan resistente como sustanciosos son los beneficios cobrados por sus compinches. Ahí radica su fuerza, no tiene otra que la que saca de la liquidación del patrimonio común de los españoles garantizado por la Constitución.
Presume de que son más, siendo él menos, y cada día menor. Pero no cabe el engaño: las rémoras del sistema nunca estarán mejor alimentadas que con el pérfido buen pagador. Su compañía corrompe a algunos, como otros le han corrompido hasta borrarle las señas de identidad de un socialista, si es que alguna vez las tuvo.
Podrán lloverles chuzos de punta, sentirse anegados por la desvergüenza cutre de quienes satisfacen sus chantajes, todo lo soportarán tras el pendón del muro que les garantiza su inmunidad, su impunidad, su amnistía y, en todo caso, el descargo de la culpa por haber servido de animal de carga de un primer ministro indigno.
Este fin de semana el sanchismo celebrará su último congreso ordinario. Ver a ciudadanos españoles aplaudir, quizá hasta aclamar, a los responsables de la corrupción que corre por sus venas, de la almoneda del patrimonio constitucional, de la incompetencia de los ministerios de su Gobierno, de la liquidación del propio partido bajo cuyas siglas acampan será cómico… si no fuera trágico.
Y al doblar la semana nuevos escándalos volverán, como las oscuras golondrinas en las primaveras de Bécker.
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