En 1974, el entonces Príncipe Don Juan Carlos, recibía sus audiencias y trabajaba desde un despacho con paredes cubiertas por coloridas escenas de la Conquista del Perú, situado en un palacete pequeño y decorado por frescos pompeyanos, telas escocesas, cortinajes recogidos a la veneciana o esas pinturas que narran las aventuras de Pizarro allende los mares. Pero, nada es lo que parece aunque lo intenta, pues no había ni frescos, ni tapices, ni tartanes escoceses, sino trampantojos de los papeles pintados de la Quinta del Duque del Arco, (hoy de Patrimonio Nacional), en pleno recinto de El Pardo y a pocos kilómetros de la Zarzuela.
Se trata de la colección mas completa de papeles pintados de los Reales Sitios. Y posiblemente los mejores sean los panorámicos que decoran las paredes de aquel despacho, representando, como en una escenografía teatral, a españoles e incas con vestimentas de época y algo de influencia napoleónica en plena Conquista del Perú. Son pliegos exclusivos, pintados a mano, de gran calidad y nunca más reproducidos, de una anchura de 2,50 metros, con unas restauraciones que no disimulan las intervenciones y que soportan mal la luz directa del sol. Son obra de Joseph Dufour en 1820 realizados en Francia.
Seguramente es la mejor, pero no es la única serie de papeles de la Quinta, pues hay cinco salas más, decoradas con motivos vegetales, alegorías históricas, cenefas pompeyanas o cortinajes que imitan tejidos, en el que se reproduce el propio palacio de la Quinta y realizadas todas ellas en la Real Fábrica Española de Papeles de Madrid, una manufactura real, regida por Giroud de Villette que duró poco en funcionamiento.
Las salas de este palacete se amueblaron durante el reinado de Fernando VII e Isabel II. Algunos de sus techos también presentan reproducciones realizados en el siglo XVIII por pintores secundarios con temas como Apolo y las musas, en el Despacho de Ayudantes, La alegoría de las Bellas Artes en el Despacho del Príncipe o la Alegoría de la Monarquía Española en la Sala de Audiencias. Mas tarde, en la segunda mitad del siglo XX, se empapelaron otras salas, con papeles modernos pero en la última restauración, los retiraron, dejando sólo los originales de época.
La historia de la Quinta del Pardo ha estado vinculada a la corona desde el XVIII, aquí solía venir con frecuencia Francisco de Asís, marido de la Reina Isabel II y el Príncipe de Asturias Don Alfonso, hijo de Alfonso XIII, que tuvo aquí su huerto.
Ya en tiempos de la República, Don Manuel Azaña, fue tan amante del lugar, que escribió: “yo cuando me jubile quisiera ser guarda mayor del Monte del Pardo”. Le pilló la Guerra Civil viviendo aquí en la Quinta, pero hubo de abandonarla precipitadamente para trasladarse a un lugar seguro en el Palacio Real.
En época de Franco, fue sede de la Sección femenina y en 1974 lo empiezan a utilizar los Príncipes Don Juan Carlos y Doña Sofia para recibir sus audiencias.
Pero en su origen, fue una finca de labor con olivares que podría estar en Toledo más que en Madrid y que adquirió el Duque del Arco en 1717 mandando construir una casa a imagen del pabellón de caza de la Zarzuela. El duque era Alcalde del Pardo y montero mayor de los reyes de hecho le salvó la vida a Felipe V al ser atacado por un jabalí. Pero tras morir sin hijos, su viuda lo dona, a los reyes Felipe V e Isabel de Farnesio que lo incluyen en el enclave del Pardo y le dotan de unos magníficos jardines.
En la actualidad, Patrimonio Nacional ofrece la posibilidad de visitarlo bajo petición o de alquilar jardines y Palacio para eventos.
Fotos Ernesto Agudo
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