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Blogs Enciende y Vámonos por Rosa Belmonte

Si esto fuera un programa de corazón

Rosa Belmonte el


María Teresa Campos ha entrevistado a Bibiana Aído en La mirada crítica (por cierto, la pulsera de Mari Tere debe de haber puesto de los nervios a los de sonido: mujer, pareces nueva, para ciertos trabajos manuales con banda sonora estará muy bien la musiquilla, pero para manotear en una entrevista al lado de un micro, no).  Al final de la conversación, Teresa le ha echado un cable recordando y pontificando sobre la diferente mirada que todavía reciben las ministras con respecto a los ministros. También le ha soltado: ‘Si esto fuera un programa de corazón yo le preguntaría cómo le va con los hombres’ (la ministra, sin problemas, ha contestado que le tienen miedo). ¿Pero por qué tiene que justificarse para hacer una pregunta así? (para hacerla vergonzantemente como si no la hiciera). Porque sobre Teresa también hay una diferente mirada. No ya en su relación con los hombres sino con otras mujeres. Esa pregunta la hace Susanna Griso y no pasa nada. Se le permite porque con la rubia no hay prejuicios. Porque la rubia tiene sofá pero no corrillo. Supongo.


 


He puesto la foto de Jennifer Love Hewitt (del 8 de marzo en Los Ángeles) porque nos metemos demasiado con lo feúcha que es Ellen Pompeo/Meredith y hay que repartir fealdades. Sobre todo porque en el caso de de Jennifer el cambio es brutal. Las suyas son las pestañas postizas más absurdas de la televisión (claro que su serie no merece mucho comentario, pero esa es otra cuestión). Su caso es como el de las estrellas clásicas, con el ojo pintado recién levantadas. Vive la tía en un pueblucho encantador (yo lo más parecido que he visto a eso, y a Stars Hollow, es Oxford, Mississippi) y lleva un maquillaje de llamar la atención. Y las pestañas son lo que más la llama. Claro que han vuelto a ser muy habituales en los últimos años, pero, por ejemplo, Jennifer Beals, en The L Word, las usa para salir de marcha y luego se las quita al llegar a casa. Las de la Jennifer de los fantasmas son ridículas. Y por eso luego se ve tal diferencia de persona.


 


En el extremo opuesto del arreglo personal están los pulgosos (y omito a House porque su estilismo es tan complejo que requeriría una tesis doctoral). Me refiero especialmente a Jeffrey Dean Morgan (Denny Duquette en Anatomía de Grey) y su pinta de asqueroso. No se puede  esperar que nos guste (y no estoy hablando de la idiotez de la trama, que eso ya lo hemos tocado y, además, no se trata de reventar cosas que otros no han visto). ¿Pero no se puede afeitar? Ah, claro, bastante tiene con lo suyo. Cuando tienes esa barba tan negra y espesa, dejártela despreocupadamente te acerca más a El Lute que a Miguel Bosé (y por supuesto que la media barba más impresentable de la tele es la de Albert Castillón).


 


Otro del club de los pulgosos es Paul Blackthorne, el marido de Brooke Shield en Mujeres de Manhattan. O sea, ahí la tenemos a ella hecha un brazo de mar con ese tipo que parece recogido de la calle (y no me voy a hincar ni en el peinado ni en la boquita).


 


Al final me he teresizado. Es como si después de criticar el aspecto físico de alguna mujer me hubiera visto impulsada (había escrito impelida, pero no me sale, me pasa igual con palabras como empero o mas), me hubiera visto impulsada, digo, a criticar también el aspecto físico de los hombres (aunque lo cierto es que el post de los pulgosos es uno que llevo tiempo retrasando). Entiendo tanto a María Teresa Campos.

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