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El otro protocolo, el nuestro

El otro protocolo, el nuestro
Maira Álvarez el

Estoy segura que ustedes están ya saturados de tanto artículo de “protocolo en la mesa” en la que expertos o famosos dan consejos de cómo hay que colocar las copas, situar el bajoplato o dejar los cubiertos mientras se cena. 

Por favor, no se equivoquen. Yo soy la primera que he escrito sobre esto y que doy clases sobre protocolo en la restauración. No quiero que nadie malinterprete el título. Les podría escribir un concienzudo artículo sobre la distancia correcta que tiene que haber entre los cubiertos o el motivo por el que no hay que manipular las servilletas, pero he pensado en mis navidades, tan semejantes seguramente a las que van a ser las suyas: con la familia, más o menos avenidos, con niños correteando por todas partes, con allegados de última hora y echando de menos a aquellas personas que no van a estar. 

Esa es la mesa de Navidad de las que les quiero hablar hoy. Una mesa que puede que tenga acoplada mesas adjuntas porque nos reunimos treinta personas, con sillas diferentes, con la vajilla “de las ocasiones especiales” y que nunca saldrá en una revista de decoración pero que será la nuestra y eso es lo que la convierte en la mejor. 

Es bonito que impliquemos a los pequeños de nuestra familia, si tenemos. En estos días los niños están muy excitados por tanto dulce, reencuentro con primos y la espera de Papá Noel. Podemos hacerles partícipes de la cena y a la vez mantenerlos lejos de la cocina con unos simples rotuladores y cartulinas de colores y encargarles hacer las minutas del menú. O tarjetas decorativas para señalar donde se sienta cada miembro de la familia. 

 

Cuando hacemos una cena, muchos invitados traen comida o bebida con la mejor intención del mundo. A lo mejor hemos preparado un menú exquisitamente maridado con vinos excelentes y uno de nuestros comensales se presenta con una botella que rompe nuestro menú. Agradezcamos el regalo: el mejor vino que serviremos será siempre aquel que nos han regalado. 

No es el día para epatar a la familia jugando al chef profesional. Es un día para compartir, para tomar una copa de vino en el sofá, incluso para picarse con el cuñado de turno. Quizá dentro de cinco años estarán comiendo la misma receta, pero ya no tengan al lado a alguna de las personas que sí están este año a su alrededor. 

En cualquier cena, es muy importante el seating, el cómo nos sentamos y al lado de quién. Existen varias reglas en protocolo, como el descanso matrimonial (que las parejas estén separadas) y la alternancia de sexos hombre- mujer. Este protocolo, la noche de Nochebuena, a veces es mejor olvidarlo: si se sabe que la tía Pepa no aguanta al primo Manuel, lo mejor es separarlos y mantener un ambiente cordial. 

Es muy importante disfrutar de la cena todos juntos y no ser esclavo de la cocina. El anfitrión o anfitriona no tiene que pasarse la noche yendo y viniendo preocupado porque no se pase el asado del horno o ajustando tiempos de cocción del marisco. Es mejor disfrutar de una tabla de embutidos, pero todos juntos.  

Quitemos la televisión para cenar. Es mucho mejor disfrutar de una música suave (huyan de los horrorosos cd´s de villancicos) y de la conversación de nuestros allegados. 

Los modales sirven durante todo el año, pero es quizá durante las comidas de estos días cuando más debe notarse. Evitemos temas conflictivos en la mesa: este año enlazamos las elecciones catalanas con la lotería y el fútbol. Fuera de la mesa. Religión, muerte y sexo también son temas tabués. Más todos los temas recurrentes de cada familia: herencias, disputas, el porqué no te casas, el mira tu hermano como trabaja y tú eres un vago… 

Dejemos el móvil en el bolsillo de la chaqueta y en modo avión o vibración. Una cosa es sacar una foto puntual y otra ponerse a repasar cotizaciones de bolsa en plena cena. Hagamos un esfuerzo para que los niños cenen sin teléfonos ni tabletas; se puede. 

No hay nada mejor que alargar la sobremesa con tradiciones propias de cada casa. Hay familias que juegan a las cartas o a los juegos de mesa. Hace unos años, en mi familia, una enana de 5 años descubrió las virtudes del bingo y nos volvió locos (literalmente) cantando números con su vocecita gritona. Cuando yo era pequeña, tenía una tía en León que agarraba una botella de Anís el Mono (¿recuerdan que tiene relieves?) y la frotaba con una cucharita de postre… y hasta las mil estábamos todos juntos cantando. 

Hay que respetar las circunstancias de cada persona. Hay gente que a lo largo de este año puede haber sufrido una pérdida de un ser querido, un divorcio, una ruptura traumática, estar luchando contra una enfermedad… no se puede forzar a nadie a ser feliz ni a divertirse. Bibiana Fernández ha dicho recientemente en una entrevista que ella no cena con nadie porque directamente, nunca cena. Todo es válido. Estas son fechas muy delicadas. 

 

Estos días, sin falta, les contaré también trucos para montar la mesa más especial de todo el año. 

 

 

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