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Sobre la impertinencia

Maira Álvarez el

Norman Rockwell (1894- 1978)

 

 

 

 

 

 

 

 

Impertinencia: inoportunidad molesta y enfadosa, indiscreción, molestia e inconvivencia. Dicho o hecho fuera de propósito. Nimia susceptibilidad nacida de un humor desazonado y displicente.

Impertinente: que molesta de palabra o de obra. Fastidioso, cargante e inoportuno.

 

La impertinencia es justamente lo contrario del tacto. Hay veces que todavía es más grave, y es cuando implica desprecio o falta de drespeto a la dignidad de la persona a la que está dirigida. Hay impertinentes a propósito (a veces, hasta denotan inteligencia) y lo peor, los que lo son sin saberlo. Esta impertinencia va de la mano de la soberbia y la vanidad.

El Doctor House elevó la impertinencia a arte

 

Casi nunca tenemos una segunda oportunidad, así que para evitar este fallo, es mejor actuar con prudencia: pensar primero y actuar después. Hay que ser considerados con los demás y tener tacto por los sentimientos ajenos.

Aunque sea difícil, no podemos olvidar el autocontrol. Estos días lo estamos viendo de continuo en la televisión, desde David Cameron dimitiendo hasta nuestros políticos en los debates políticos: poseen la capacidad de autodenominarse y no dejarse llevar por las emociones del momento.

Hay una anécdota no contrastada que habla del autodominio del Rey Católico Fernando de Aragón. Según la leyenda, el Rey cuando negociaba, irritaba siempre a su interlocutor para sacarle ventaja de entrada, porque sabía que a las personas enfadadas la razón se les nubla. Luego era tan hábil que sabía calmarlas, una vez conseguido su objetivo.

 

Hacer preguntas impertientes es una jugada que se puede volver en nuestra contra. Todos hemos oído alguno de los “interrogatorios” de los llamados programas del corazón, y a veces es imposible no sentir vergüenza ajena ante tanta osadía y falta de educación. Entrevistas que se vuelven cacerías y periodistas que se transforman en hienas atacando en grupo.

En algunas situaciones, como reuniones, cenas con conocidos… siempre hay una persona que con tono amigable y haciéndose el simpático, intenta cotillear sobre la vida de los demás. Lo hacen sin darle importancia, muchas veces entre las risas de los que les rodean. Se escudan en su desparpajo. Si uno reacciona como si estuviera enfadado, aún sale peor parado y puede hasta recibir hasta burlas de los demás.

Si te hacen una pregunta impertinente, haz saber que te ha molestado. O contesta con evasivas, con ironía, cambia de  tema, o deja claro que no tienes porqué contestar. Preguntar por la edad que se tiene, cuánto se gana, a quién se va a votar… son cuestiones que en ciertos ambientes está totalmente fuera de contexto.

Ante una pregunta poco discreta, no es de mala educación dar una respuesta contundente para evitar que la persona siga por ese camino. Hay un refrán que reza “el que pregunta lo que no debe, escucha lo que no quiere”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Soltar una impertinencia, por ingeniosa que sea, nos puede dar una sensación momentánea de auto gratitud, pero seguramente, a la larga, nos cueste cara, sobre todo si nos movemos en un ámbito laboral (no ya eclesiástico, jurídico, público…). Incluso con nuestra propia pareja. Así que para controlar la presión de nuestras emociones, no hay nada mejor que contar mentalmente. Consejo difícil, pero a veces increíblemente valioso.

 

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