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Blogs Pienso de que por Rafael Cerro Merinero

Tengo muchísima prisa

Tengo muchísima prisa
Rafael Cerro Merinero el

La última letanía es la repetición de la frase “orgulloso de ser español”. A veces, la exhiben en su biografía de Twitter gentes que, si preguntamos, no saben explicar exactamente de qué están orgullosas. Incluso personas que acababan de quejarse de nuestra corrupción generalizada o de nuestra tasa de paro inverosímil para el primer mundo. O de que seamos tan ineficaces en el trabajo que aquí todo el mundo entiende que empezar la jornada es dejar las llaves sobre la mesa y bajar a desayunar. Para que adquiera valor, la fórmula “orgulloso de ser español” debe ser razonada y lo cierto es que normalmente estamos cabreados con casi todo lo que ocurre aquí. Los comentarios de la calle demuestran que realmente estamos muy descontentos con el panorama. Si no se argumenta, el cliché equivale a “me encanta España, no por sus características sino simplemente porque es el país en el que nací”. Una letanía es una oración y la gente acaba creyéndoselas; incluso las que ella misma ha inventado. La meditación que utiliza el mantra se basa en que el sonido es vibración y energía que genera cambios. Conforme lo repetimos, nuestra mente va dejando de tener espacio para otros pensamientos ajenos a la frase de repetición automática.

Otro cliché es el famoso “estoy muy liada”. Lo decimos cuando una prisa extraordinaria nos acecha, pero también cuando nuestro nivel de ocupación es el cotidiano. He sentido horror al descubrirme a mí mismo visitando menos a mi madre porque estaba “muy liado”. Esta frase constituye la letanía laica de la segunda década. En plena sociedad de la prisa, al interlocutor le disgusta la vulgaridad de que siempre le digamos que no tenemos veinte minutos para tomar un café. Sobre todo, si es nuestro padre y ya no le quedan tantos que tomar. Él interpreta la letanía de la prisa de tres maneras: “no eres prioritario, padre”, “sólo mis tareas son importantes” o sencillamente “no sé organizarme”. Piensa que le estás colocando de nuevo el mismo ladrillo de tu narcisismo en forma de ulular cotidiano. Además, siempre eres el más ocupado: cuanto más te encierras en tu bucle melancólico, más convencido estás de que eres la única víctima de la urgencia. Los malos locutores de radio terminan los programas metiéndoles a los oyentes prisa para que escuchen más rápido: “Apresúrese, que quedan treinta segundos”. Así contagian su desazón y disimulan que no les caben todas las entrevistas porque han gestionado mal el tiempo de antena.

Letanías. El mantra económico es el agudo análisis keynesiano confidencial “está la cosa muy malita”. Su significado es similar al de la obscenidad recurrente “con la que está cayendo”. La gente necesita oxígeno, no banalidades. Si miras al final de la curva conduciendo sales entero pero, si miras al árbol, te lo comes. La cosa también está malita por la cantidad de gente que hay repitiendo la obviedad en lugar de trabajar para minimizar la crisis. Las personas reflexivas se callan cuando no tienen frases más nutritivas que el silencio o dicen cosas diferentes.

No hay nada peor para empezar la semana que el llamado pesado de lunes, una subespecie muy extendida que no se resigna a que todas las semanas haya que trabajar. Los pesados de lunes repiten casi cincuenta veces al año la misma frase de diez palabras vacías en la que todos hemos caído alguna vez: “Ya ves. ¡De lunes! Se me ha hecho muy corto”. Una denuncia social que quiere decir “los fines de semana deberían durar cinco días y el trabajo, dos”.

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