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Blogs Las aventuras de una madre primeriza por Teresa Zafra

Dos formas de vivir la maternidad

Teresa Zafra el

Durante nuestras vacaciones en Cádiz hicimos una excursión a Vejer de la Frontera (pueblo que todos tenéis que visitar alguna vez en la vida) y aprovechamos la ocasión para quedar con mi amiga María, que tiene un peque unas tres semanas mayor que Martín que es una delicia. Pudistéis ver en Instagram alguna foto de nuestro paso por allí, de lo bien que cenamos y de lo precioso que es este pueblo blanco y limpito.

 

María es una mamá a la antigua, y lo digo con todo el cariño del mundo y con la admiración que ella sabe que le tengo. Que yo sepa, desde que nació su bebé hace ya ocho meses no se ha separado de él nunca (o solo para ir a la peluquería), y vive su papel de madre como el más importante de su vida.

María sabe que ella y yo discrepamos en nuestra forma de ver la maternidad, y de vivirla también. Mientras yo  abuso de los canguros familiares para ir al cine, a tomar un mojito o incluso a algún evento blogger, ella sigue dando el pecho a su hijo a demanda, no se plantea  aún llevarlo este curso a una guardería y, además es capaz de llevar su casa “para alante” (como decimos en nuestra tierra) y hacer unos pucheros que estoy segura quitan el sentido.

Hasta  este punto os he dibujado la historia como un relato de extremos, y podréis pensar que yo soy una fresca y María una madre florero. Nada más lejos de la realidad: ni yo me paso la vida de feria mientras Martín duerme en casa al lado de una niñera con uniforme y cofia, ni mi querida María es una señora antigua de las que se pasan el día con los rulos puestos y se cruzan la bata cuando van a contar un cotilleo. María tiene twitter, es filóloga y compra por internet, y yo, por mucho que presuma de salir de vez en cuando, soy una madre pringada como todas, sin tiempo para lavarse el pelo, a la que, además, le encanta serlo.

Detrás de todo esto, María y yo tenemos muchas cosas en común, porque realmente la gran diferencia entre María y yo no es la mentalidad, sino las circunstancias, sobre todo el que yo trabaje fuera de casa y ella no.

Hace unas semanas le contaba a María que la última semana de Agosto Martín se iba a quedar en Cádiz con los abuelos porque nosotros teníamos que volver al trabajo en Valencia y la guardería estaba cerrada. Para ella, hacer algo así es totalmente impensable, cuando a mí, en cambio, me parece algo lógico y totalmente natural. Las circunstancias hacen que yo tenga completamente asumido que no voy a poder compartir el 100% de mi tiempo con Martín y que no me queda más remedio que confiar en otras personas para cuidarlo. María puede plantearse si deja a su bebé a cargo de alguien, pero yo no. Ella tiene un tiempo del que yo carezco y yo tengo un sueldo con el que ella no cuenta. Estoy convencida de que si las circunstancias fueran diferentes, yo podría pensar como María y María pensar como  yo. Si, como la gran mayoría de mis compañeros arquitectos, yo estuviese en este momento sin trabajo, y María, en cambio, ejerciera de profesora o de traductora, seguramente sería yo la que pensaba  que estar una semana separada de mi bebé se me antojaba insoportable y ella la que se hacía la fuerte al decir que cinco días pasaban volando.

Por todo esto que os cuento, me hacen mucha gracia los debates sobre qué edad es mejor para que los niños empiecen la guardería, acerca de cuando comienzan los bebés a extrañar a sus padres, o sobre la conveniencia o no de separarse una noche de los hijos antes de tal edad. La realidad, la que está en la calle, es que poder elegir si quieres ser madre a tiempo completo o no es un lujo que pocas familias pueden permitirse, que la guardería se empieza cuando los padres lo necesitan y que las madres se separan de sus hijos cuando no tienen más remedio.

Lo mejor para mí, según los expertos, sería no llevar una vida tan sedentaria como la que la oficina me impone, no pasar tantas horas delante de una pantalla de ordenador y dormir más de 8 horas cada día. Muchos niños, desde las 16 semanas de vida, tampoco tienen la opción de llevar la vida que los expertos recomiendan. Para que no cunda el pánico os cuento un secreto: la práctica totalidad de ellos crecen sanos y felices, sin traumas y queriendo a rabiar tanto a sus padres como a aquellos que les cuidan cuando ellos no pueden estar.

 

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Teresa Zafra el

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