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Rejonazo a May en el lomo gibraltareño

Rejonazo a May en el lomo gibraltareño
Luis Ayllón el

Poco días después de activar el proceso del Brexit, el Reino Unido ha recibido el primer rejonazo de la Unión Europea. Y ha ido a dar en las carnes de los gibraltareños, sobre todo de sus gobernantes, que han reaccionado como el toro bravo enfurecido por la herida.

El ministro principal, Fabian Picardo, ha arremetido contra España, a quien viene a culpar, ni más ni menos, que de defender sus propios intereses. Tras denunciar “maquinaciones” del Gobierno español, afirma que el borrador de directrices de Donald Tusk “sugiere que España trata de salirse con la suya, hipotecando la futura relación entre la Unión Europea y Gibraltar, debido a su habitual obsesión por nuestra patria. Se trata de un desafortunado intento por parte de España de manipular al Consejo Europeo para sus propios y limitados intereses políticos”.

No me atrevo a creer que Picardo esperara que el tono menos agresivo del actual ministro de Exteriores, Alfonso Dastis, en comparación con el de su antecesor José Manuel García-Margallo, fuera a representar un abandono de las posiciones españolas. España ha jugado bien sus bazas al comienzo de la partida. Así que, parece que el ministro principal carga contra España por no cargar contra el Gobierno de Theresa May, que es a quien tendría que pedir cuentas del revés sufrido, después de haberles dicho que no se preocuparan, que estaban en lo suyo.

Me da la impresión de que las autoridades gibraltareñas se creen cada vez menos las promesas de Londres de que la cuestión de Gibraltar va a estar presente en las negociaciones del Brexit, entre otras razones porque acaban de temer una demostración de que los Veintisiete van a hacer bloque en defensa de un socio que se queda frente a otro que se va. Bruselas no necesita ya mantener la neutralidad de que ha hecho gala todos estos años cuando el contencioso de Gibraltar se interfería en cualquier posible decisión comunitaria.

A Picardo le queda poco más que mostrarse agraviado y lanzar proclamas nacionalistas y de fervor británico. Lo que tiene que asumir es que ni se va a hablar del futuro de Gibraltar en las negociaciones ni habrá acuerdo posterior alguno que afecte a su relación con la Unión Europea que no tenga el visto bueno de España.

Es decir, que, si quiere seguir disfrutando de los beneficios de la Unión Europea, mejor sería que sacara el lado pragmático de los gibraltareños y se aprestara a facilitar un acuerdo entre España y el Reino Unido. El Gobierno de la colonia tiene que hacerse a la idea de que muchas cosas no van a ser ya como antes, una vez perdidas las libertades de circulación de personas, de bienes y servicios y de movimientos de capitales.

Los propios gibraltareños son conscientes de que un Brexit duro como el que se apunta, les abocará a mirar más hacia las islas británicas, porque perderán las ventajas que para muchas empresas suponía poder actuar en la Unión desde la colonia, aprovechando el trato fiscal que recibían. De hecho, ya están viendo como varias de esas empresas han comenzado ya a trasladarse a lugares como Malta, buscando bajas fiscalidades.

Los yanitos se enfrentan a uno de los momentos más críticos de su historia moderna. No van a encontrarse con una Verja cerrada, porque España sabe que esa medida ya demostró que no soluciona nada y perjudica también a los habitantes del Campo de Gibraltar. Pero han de saber que lo que sí van a tener esalguna incomodidad para su modelo de vida, derivada del hecho de convertirse en frontera exterior de la UE. La disyuntiva es, hoy por hoy, seguir el destino del Reino Unido o abandonar la cerrada negativa a considerar la oferta española de cosoberanía.

 

 

 

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