¡Qué pesadez con el burka!
El asunto del burka o del niqab, que sólo deja una pequeña franja descubierta a la altura de los ojos no es algo que deba ser vinculado a proyectos como el de la ley de libertad religiosa, que, por otra parte, no es tampoco necesario ni querida por casi ninguna de las confesiones religiosas. Para un occidental, esas prendas son el reflejo del sometimiento de la mujer –voluntario o forzado- al varón y no pueden tener cabida en nuestra sociedad, en la que hay igualdad de derechos en ambos sexos.
Mientras en Europa discutimos sobre estas cuestiones, un país al que se supone entre los moderados del Islam, como es Marruecos, sigue expulsando cristianos. Ya son tres los españoles a los que se ha echado acusándoles de actividades proselitistas. Se suman a casi un centenar de cristianos de diversas nacionalidades expulsados, entre ellos varias decenas de evangelistas estadounidenses que fueron conminados a salir del país en marzo, justo cuando la Unión Europea estaba pidiendo a Rabat un mayor respeto de los derechos humanos. La diferencia está en que Washington protestó de manera enérgica y ha frenado las expulsiones de sus nacionales, mientras la Unión Europea, con España como presidencia de turno a la cabeza, se limita a quejarse debilmente ante las autoridades marroquíes, con los resultados que se estan viendo.
A finales de mayo, con ocasión del Foro de la Alianza de Civilizaciones de Río de Janeiro, Moratinos propuso celebrar un seminario sobre la protección de las minorías cristianas en países islámicos. Al menos es una iniciativa, pero no se puede esperar a que se celebre para actuar y dejar claro a quienes no respetan los derechos humanos, que por ese camino no se puede ir a ninguna parte.
Marruecos