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La Navidad de los cristianos perseguidos

La Navidad de los cristianos perseguidos
Luis Ayllón el

Las palabras del Papa Francisco pronunciadas en el día de San Esteban, primer mártir cristiano, interpelan de una manera directa a los gobernantes de los países occidentales, cuya sociedad se fundamenta en la herencia judeocristiana. El Papa rindió homenaje a los cristianos que en Oriente Próximo siguen fieles a su fe en medio de las persecuciones a las que se ven sometidos por los terroristas del Daesh, al tiempo que aseguró que hoy hay muchos más mártires que en los primeros siglos de la Iglesia.

Pero no son solo los cristianos de esa parte del mundo los que sufren una persecución que muchas veces termina con sus vidas en brutales atentados contra sus templos o en asesinatos masivos de comunidades. También en Corea del Norte, por ejemplo, sufren el acoso -hasta la muerte a menudo- por parte del Gobierno comunista de Kim Jong-un; y, sobre todo, en África son víctimas de los grupos terroristas o de conflictos tribales.

Según Massimo Introvigne, director del Centro de Estudios Nuevas Religiones (Cesnur), durante el año 2016 fueron asesinados cerca de 90.000 cristianos por su fe, es decir uno cada seis minutos aproximadamente. El 30%, o sea 27.000, murieron en atentados terroristas, destrucción de villas cristianas o persecuciones de Gobiernos. El 70%, es decir unos 63.000, fueron asesinados en conflictos tribales en África, en su mayoría porque se trata de cristianos que se negaron a tomar las armas por razones de conciencia.

La realidad es que, desde hace ya mucho tiempo, no dejamos de alarmarnos al ver las masacres que se cometen y al conocer unas cifras que hablan de que unos 200 millones de cristianos sufren persecuciones en el mundo a causa de su fe, mientras otros 50 millones no pueden vivir libremente sus creencias.

No son ciertamente los cristianos al única comunidad que sufre esa persecución, pero a tenor de las cifras que se conocen, se puede decir que son el grupo religioso más perseguido del mundo.

Por eso, resulta admirable ver a los cristianos celebrar estos días la Navidad en situaciones tan duras, obligados a huir de sus hogares o a reunirse como han hecho los católicos maronitas de Alepo en las ruinas de su catedral destruida por las bombas tras cinco años de guerra, tal y como muestra la fotografía.

Es una obligación moral de nuestras sociedades occidentales dar acogida y refugio a quienes huyen de unas guerras devastadoras o del terror yihadista. Y ello, con independencia de cual sea su religión o creencia, porque eso es lo que enseña el cristianismo.

Pero es cierto que ese deber lo tenemos muy especialmente con aquellas personas con las que compartimos una misma fe. Incluso quienes dicen no tener esa fe y tratan de apagar cualquier atisbo de sentimiento religioso, como hacen algunos grupos políticos en España practicando un inconsciente y peligroso sectarismo.

España tendría una buena ocasión de liderar, sin complejos, una respuesta a nivel europeo, más contundente y rápida para dar protección a esas minorías cristianas, que tienen necesidad de sentir nuestro apoyo y nuestras oraciones.

 

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Luis Ayllón el

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