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España y el síndrome de Irak

España y el síndrome de Irak
Luis Ayllón el

Si hay algo claro es que mientras los yihadistas del Estado Islámico avanzan de manera acelerada cometiendo todo tipo de barbaridades con quienes no se pliegan a sus deseos, la comunidad internacional lo hace de manera excesivamente lenta para poder frenar ese avance. Las expectativas que había de que la cumbre de la OTAN en Gales fuera el escenario para una decisión firme contra  la amenaza yihadista eran pocas y se han cumplido. Pese a lo cercano que está el peligro para alguno de los aliados, como Turquía, lo único que se ha logrado es la formación de una coalición de Estados Unidos y otros nueve países, cuyas acciones podría coordinar la Alianza Atlántica.

Sorprende sobremanera que España, que en numerosas ocasiones ha formado parte de operaciones en distintos escenarios bélicos en el mundo, se haya quedado voluntariamente al margen de esa coalición. Es obvio que el síndrome de Irak –uno de los países donde actúan los yihadistas- pesa demasiado en el Gobierno español. Mariano Rajoy no quiere, ni por asomo, que vuelvan los fantasmas del pasado, mucho menos cuando se avecina un año  netamente electoral. Y eso que, por ahora, no se esta hablando de poner tropas sobre el terreno, algo que muchos expertos militares consideran absolutamente necesario para tener éxito.

El jefe del Ejecutivo se ha puesto de perfil en Newport y ha dicho que, “de momento” España no estará en la coalición, que “no conviene adelantar acontecimientos” y que es mejor esperar a ver qué hace la OTAN. Una actitud que no resulta muy coherente con los llamamientos continuos a que hay que atajar la amenaza yihadista, que además está a las puertas de nuestro territorio y que tiene también a nuestro país como objetivo.

Un Gobierno que alardea de su compromiso con Estados Unidos y con la seguridad internacional, que se afana por lograr un puesto en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, y que intenta recuperar una mayor presencia en el mundo, no puede pretender limitar su contribución frente a una de las mayores amenazas de la actualidad, a poner a disposición de la coalición sus bases militares en suelo español o dar un testimonial apoyo logístico.

Es posible que el Gobierno decida sumarse mas adelante a ese grupo de países que ha dado un paso al frente, pero habrá perdido la oportunidad de estar entre los primeros en hacerlo. No es la primera vez que ocurre. Nuestras Fuerzas Armadas en Mali o en Níger, pero la imagen que dimos hasta que tomamos la decisión fue también la de que arrastrábamos los pies para hacerlo. Los gestos son importantes en la política internacional, sobre todo si concuerdan con las declaraciones. Si el presidente del Gobierno considera, como ha dicho, que “no podemos permanecer indiferentes ante la violencia extremista en Oriente Medio o ante los graves riesgos terroristas en el Sahel”, lo coherente hubiera sido sumarse ya a esa coalición.

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