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Kramnik-Topalov: diez años del Mundial del escándalo

Kramnik-Topalov: diez años del Mundial del escándalo
Federico Marín Bellón el

Hace diez años, Vladimir Kramnik vencía a Veselin Topalov en uno de los duelos más ásperos por el título mundial, dentro de la larga historia de batallas no siempre ejemplares que han vivido los tableros. Con su apretado y polémico triunfo, el ruso ponía fin a 13 años de cisma en el mundo del ajedrez, que carecía de un campeón unificado desde que Kasparov se ladeó la corona en 1993. Se abría otro abismo bien distinto, sin embargo, con las máquinas como protagonistas, problema todavía no resuelto. El enfrentamiento estuvo cargado de tensión, con acusaciones del equipo búlgaro por supuestas trampas en las frecuentes visitas al baño de Kramnik. En una entrevista concedida a ABC semanas después, Veselin seguía convencido de haber sido víctima de una conspiración: «El Kremlin nunca reconocerá que mató al espía ruso, ni Kramnik que hizo trampas». Los protagonistas siguen sin hablarse después del llamado «toiletgate» o, en versión en español, el «vátergate».

El enfrentamiento no defraudó, con un juego muy agresivo por parte de ambos candidatos. Se jugó a partir del 23 de septiembre de 2006 en la Elistá, república de Kalmikia, donde entonces gobernaba Kirsan Ilyumzhinov, ya entonces y todavía hoy presidente de la FIDE.

Kramnik ganó las dos primeras partidas, aunque en la segunda estuvo contra las cuerdas, tras el brillantísimo ataque del búlgaro, que en el momento decisivo omitió la continuación ganadora. Después llegaron dos tablas, en las que Topalov volvió a rozar la victoria tras lanzarse en tromba a la yugular del ruso, que se defendió con una calma impresionante y al menos en uno de los casos (esto tiene su importancia) con muy poco tiempo en su reloj.

Antes de la quinta partida, ocurrió algo sin precedentes, entre otras cosas porque hasta ese momento las máquinas o bien no existían o tenían un nivel de juego mediocre. Silvio Danailov, mano derecha de Topalov, presentó una reclamación ante el comité de apelaciones. Aseguró que había tenido acceso a las cintas de vídeo que graban a los jugadores en la sala de descanso (disponible mientras es el turno de juego del enemigo) y dijo que Kramnik iba hasta 50 veces por partida al servicio, el único sitio sin cámaras de la sala. Según sus análisis, además, las jugadas de Kramnik coincidían con las sugerencias del programa informático Fritz en más del 75% de las jugadas. Los búlgaros exigieron que se tomara medidas si no querían que Topalov se retirara del torneo.

Las explicaciones de Kramnik no fueron del todo convincentes (en mi opinión). Alegó motivos de salud para ir tanto al servicio y la necesidad de ampliar sus paseos, ya que el área de descanso se le quedaba pequeña.

Crisis en la quinta partida

Sin más pruebas, o al menos sin mostrar las cintas, el comité dio visos de verosimilitud a las acusaciones de Topalov y eliminó los servicios privados, decisión que a Kramnik le pareciçó tan ofensiva que no jugó la quinta partida. Tras comprobar que su baño había sido clausurado, esperó sentado en la sala de descanso hasta que perdió por tiempo. El Mundial estaba en el aire. Kramnik no estaba dispuesto a jugar, para empezar, si se contabilizaba el punto y exigió la destitución en bloque del comité de apelaciones.

Milagrosamente, el duelo se reanudó. Ambos servicios fueron reabiertos, aunque cada delegación tenía derecho a examinarlos con lupa. A cambio, Topalov podía quedarse con su victoria. Kamnik aceptó, pero se reservó el derecho de apelar el punto.

Con los nervios a flor de piel, llegaron dos nuevas tablas, más sosas que las anteriores. En la octava partida, Topalov venció con negras e igualó el marcador. Dos días después, repitió triunfo y se puso por primera vez por delante. Muchos grandes maestros atribuyeron el giro de los acontecimientos a la maniobra poco elegante de lanzar sospechas sin fundamento.

Sin embargo, el ruso se rehízo y ganó la décima partida. Dos tablas más sellaron el empate, que se resolvió con cuatro partidas a ritmo más rápido. Tras empatar la primera, Kramnik volvía a golpear primero al ganar la segunda, pero el búlgaro, de nuevo al borde del abismo, ganó con brillantez la tercera. La cuarta es una lección del gran Vladimir, que se convirtió en nuevo campeón unificado.

Veselin Topalov, con Judit Polgar, en la exhibición de partidas a la ciega que realizaron en Bilbao poco después del Mundial. Fotos: Efe

Epílogo dramático

Podría pensarse que al resolverse en partidas rápidas, con menos tiempo para ir al servicio y, sobre todo, para ejecutar oscuras maniobras, el resultado sería aceptado por todos, pero en la cabeza de Topalov la sensación de que lo han engañado siguió muy presente. Dos meses después, en Bilbao, coincidí con él después de una exhibición de partidas a la ciega contra Judit Polgar.

Una serie de circunstancias afortunadas me permitieron entrevistarlo una noche, con grabadora de por medio y sin ninguna premura de tiempo. Veselin Topalov parecía sincero cuando empezó a verter acusaciones contra los rusos y el Kremlin. Estaba convencido de que le hicieron trampas e incluso de que las mejoraron de algún modo en las cuatro partidas decisivas. Lo único que le salvó, asegura, es que quienes manejaban el programa de ayuda no eran expertos. De hecho, exculpa al equipo del ruso, incluido el español Miguel Illescas. «La suerte es que no estaba implicado ningún profesional y los que le decían las jugadas eran aficionados o del KGB. Si le das a Illescas ese trabajo me machacan», añadió.

Cuando le dije que muchos creían que denunció las trampas porque iba perdiendo, replicó: «Había claros indicios de trampa. Tú ves la cinta y da miedo. No es sólo cuántas veces iba al servicio, sino cómo iba. Muchas veces salía, se presentaba ante el tablero y jugaba al toque (sin pararse a reflexionar)».

También desveló que en la inspección del baño descubrieron «un cable de red escondido en el techo de escayola». «Nos lo callamos por muchas razones», dijo. «Era una situación muy tensa. Si lo anunciábamos el match se cancelaba, y yo quería jugar y ganar el dinero prometido. Además, había amenazas». ¿Por parte de quién? «En principio anónimas, pero cerraron el aeropuerto. Es fácil hablar desde aquí, pero cuando uno está en Rusia te planteas cómo salir. ¿Caminando? Y olvídate, por supuesto, del dinero. Así que nos callamos y siguió el match».

Sobre las partidas de desempate, Topalov insistía en que ahí los rusos encontraron «un sistema que no fallaba». «En la cuarta partida, incluso cuando ya me tenía ganado, Kramnik hizo una jugada que sólo se le ocurre a una máquina. Luego, tenía derecho a un día de descanso, pero ni enfermo lo pidió. Si te van a pasar las jugadas, mejor jugar cuanto antes. Pero lo hicieron mejor que la chapuza de los cables». Si esto es verdad, ¿qué va a pasar en unos años, cuando las máquinas sean aún más fuertes? «Si esto sigue así, con la tecnología de los rusos, Kramnik va a ser invencible en un match», aseguró Topalov. ¿No hay forma de impedirlo? «Antes del desempate, cuando el miembro de mi equipo le pasó el control con un escáner, el tío estaba temblando visiblemente. Creo que tenía alguna cosa en el cuerpo y le preocupaba que se descubriera. Yo sé que es mi opinión personal, que sólo son indicios. La prueba definitiva para mí es el cable».

Una consideración final: si Topalov creía de verdad que le estaban haciendo trampas, es una circunstancia suficientemente grave como para desequilibrarlo mentalmente, fueran o no reales. Ya se sabe que en ajedrez la ameneza es más fuerte que la ejecución. Alguien retorcido incluso podría inducir un pensamiento así en su enemigo.

Debo decir también que después de esta entrevista, la FIDE amenazó al búlgaro con una sanción de tres años por lanzar acusaciones sin pruebas. Entonces, Topalov y sobre todo Danailov no se comportaron con demasiada corrección. Siempre con el segundo como portavoz, primero negaron las declaraciones, hasta que me ofrecí a enviar la grabación. Entonces fueron poniendo excusas más o menos inconsistentes, con el viejo método de atacar al mensajero. Al final, Topalov tuvo que declarar en el proceso abierto por la FIDE y terminó por admitir sus palabras. Pidió perdón, se llevó una reprimenda y se libró del castigo.

Kramnik y Topalov, dos de los mejores jugadores de la historia, siguen sin darse la mano antes y después de sus partidas, como exige el reglamento. Tampoco acuden juntos a las ruedas de prensa, aunque en algunos torneos es una obligación que impone la organización. Es improbable que acaben sus días como amigos, aunque Karpov y Kasparov lo lograron (o casi), después de muchos años.

Nada me gustaría más que cerrar algún día esta historia con una entrevista con ambos a la vez, alrededor de unas cervezas y de un plato de jamón, a ser posible en Bilbao. Probablemente Topalov recuerda incluso el lugar exacto de nuestro primer encuentro.

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