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Doce genes deciden tu manera de apostar

Doce genes deciden tu manera de apostar
Federico Marín Bellón el

La forma de apostar está predeterminada por los genes, según un estudio de las universidades de Berkeley (California), Nacional de Singapur y Urbana-Champaign (Illinois). Después de analizar el comportamiento de más de 200 personas, se descubrió que doce genes son determinantes en nuestras decisiones en las apuestas y en los juegos con dinero.

Hasta ahora se sabía que la dopamina es un neurotransmisor clave para proporcionarnos placer cuando conseguimos un premio e impulsarnos a seguir jugando. Su deficiencia puede producir diversas enfermedades, como el Parkinson, mientras que sus posibles alteraciones son responsables de distintos desórdenes, como la esquizofrenia, la demencia y la depresión. Así, mientras otros estudios han analizado la importancia de la dopamina en nuestro comportamiento social y en el juego, por primera vez se ha estudiado qué genes gobiernan el funcionamiento de la dopamina.

El máximo responsable del estudio, Ming Hsu, explicó que ahora «empezamos a conocer los mecanismos neuronales a través de los cuales nuestros genes influyen en nuestro comportamiento». Una de las aplicaciones potenciales de este conocimiento sería entrenar a los trabajadores para que sean más estratégicos, por ejemplo.

Hsu y sus colegas, Eric Set, Richard P. Ebstein y Soo Hong Chew, han publicado sus descubrimientos en una edición de Proceedings of the Natural Academy of Sciences. Una de las principales conclusiones ha sido descubrir las dos áreas del cerebro que trabajan durante cualquier tipo de competición y en los juegos con apuestas.

Foto: National Geographic

Así, la corteza prefrontal media es la parte ejecutiva del cerebro, mientras que el cuerpo estriado se encarga de la motivación y es fundamental para el aprendizaje dirigido a conseguir recompensas. Los escáneres han demostrado que estas dos partes reflejan una actividad intensa durante el juego y, como destaca Hsu, «ambas áreas están inervadas por neuronas que usan dopamina». «Si piensas en el cerebro como en un ordenador, estas áreas recogen los datos, los procesan con un algoritmo y los traducen en comportamientos», añade.

Los investigadores escanearon el genoma de 217 alumnos de la Universidad de Singapur y se centraron en 143 genes, para acabar descubriendo que doce de ellos son los responsables de regular la dopamina. Cada uno, además, realiza una función específica.

Set describe lo que ya intuían gracias a un estudio anterior de Hsu. «Sabemos que cuando las personas compiten unas contra otras, utilizan dos tipos distintos de procesos de aprendizaje». Uno implica aprender únicamente a través de las consecuencias de nuestra acción, por reforzamiento, y el otro es algo más sofisticado y está basado en algo menos tangible, nuestras «intuiciones, que nos permiten evaluar a los otros jugadores y clasificarlos, para poder anticiparnos y responder a sus decisiones». En el estudio, por cierto, se utilizó un juego habitual en este tipo de trabajos, en el que cada participante apuesta en el ordenador contra un oponente anónimo.

Así, de los doce genes, tres de ellos se encargan del segundo tipo de aprendizaje, por «convicción», y hay dos específicos que se ocupan del «ensayo y error». Según Hsu, estos datos corroboran estudios anteriores que ya decían que la corteza prefrontal es la parte más intuitiva de nuestro cerebro, mientras que en las estrías está más asentado el aprendizaje a partir de los resultados. Hsu añade que está colaborando con otros científicos para relacionar los logros conseguidos por los adultos con ambos tipos de genes, y descubrir así cuáles son más importantes para los distintos tipos de éxito en la vida. Lo próximo quizá sea descubrir los genes de los triunfadores.

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